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Actualizado: 16 de mayo de 2025
En efecto, Samper había salido aquella misma noche de Madrid para Santander. Había llegado turbado a casa diciendo que tenía a su padre muriendo, metió apresuradamente alguna ropa en la maleta y había partido. Tristán quedó sofocado de indignación. Comprendió que todo aquello no era más que una comedia.
Se llegan al presbiterio, se mueven vagarosos alrededor de la sepultura, tantean, se encorvan, y en silencio, con una rodilla en tierra, en un tácito acuerdo, comienzan a levantar la losa. Se les oye jadear. Cuando aparece el hueco negro, pestilente, húmedo, el viejo linajudo se inclina sobre él, y solloza con un sollozo sofocado y terrible de león viejo.
Unos corrían en busca del juez; otros decían que el juez no le encontraría vivo; los más hablaban de llevarle a la Casa de Socorro, y todos decían: «¡Pecado!». «Van siete casos de esta naturaleza en diez años decía el comisario de Beneficencia, harto sofocado, por ser poco compatibles su gordura y la celeridad del paso.
Después de una noche que entró tarde y muy sofocado, y tuvo cefalalgia y vómitos, la mudanza pareció más acentuada.
Las embarcaciones volvían vacías al poco tiempo, pero no tardaban en llenarse de nuevo. Yo observé el abandono en que estaba Medio-hombre, y me dirigí sofocado y llorando a algunos marineros, rogándoles que cargaran a Marcial para salvarle. Pero harto hacían ellos con salvarse a sí propios.
¡Frasquito, hijo! ¿para qué quieres esas manos? Hace siete cuartos de hora que no has sonao las parmas dijo el señor Rafael á su sobrino, haciendo antes un guiño expresivo á la reunión. ¿Cómo siete cuartos de hora? exclamó éste sofocado. ¡Si he pagado la convidada anterior! ¡La anterior!... ¡Y tan anterior! replicó el viejo mirándole con ojos risueños y provocativos.
Sí, niña... ¿no ves que confieso con él?... No había más remedio... Le dije: «Mire, D. Narciso... no se ofenda usted... pero yo, viéndoles a usted y a Obdulia jugar en el jardín, tengo sospechas... se me ocurren malos pensamientos.» ¡Ave María, qué barbaridad! ¿Y qué dijo él? Se puso todo sofocado... ¡Uf!
Cuando entramos en la estancia de D. Diego, al punto se nos presentó D. Paco, aturdido, sofocado, balbuciente, con unas disciplinas en la mano, el vestido menos puesto en orden que de ordinario, y ostentando algunas desgreñaduras en lo alto de su peluquín.
Pero si el mundo supiese que entrambos hemos amado y sufrido; que de nuestro sufrimiento y de nuestra lucha sólo hemos sacado la conciencia ilesa, comprendería nuestra mutua posición; tú has dejado enterrado tu amor en el lodazal de tu juventud; ha muerto allí sofocado, no existe para ti; yo amo a un fantasma imposible y entrambos, con el corazón vacío para ese amor ardiente, que Dios ha puesto en el alma del hombre y de la mujer, satisfechos el uno del otro, nos apoyamos mutuamente y nos amamos con un amor infinitamente más puro.
Pero si ya te he dicho... argüía sofocado Juan Pablo. Déjame que acabe... No es eso... ¡qué cuña! Volvemos a lo mismo. ¿No me conozco yo en mí, uno, consciente, responsable? ¡Otra te pego! Pero ven acá... Aguarda. Si yo me reconozco íntimamente en la sustancia de mi yo...
Palabra del Dia
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