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Actualizado: 22 de mayo de 2025


La condesa se puso sobresaltada de pie. Y bien, ¿qué me importa? dijo dominándose y sentándose de nuevo ; sea quien quiera, nada me importa. Pues no dijo Quevedo ; oye, se acercan... llaman. La condesa volvió á ponerse de pie.

Despertó sobresaltada, diciendo: «Esto no es lo convenido». En el delirio de su febril insomnio, pensó que D. León la había engañado y que la Virgen se pasaba al enemigo, «Pues para esto no se necesitaba tanto Padre Nuestro y tanta Ave María...». Por la mañana reíase de aquellos disparates, y sus ideas fueron más reposadas.

¡San Miguel, San Bernabé! exclamó dejando caer su tabaquera con un ruido tan seco, que el gato extendido en una poltrona saltó a tierra con un desesperado maullido. Mi tía que dormía, se despertó sobresaltada y gritó: ¡Ah, bestia! Dirigiéndose a mi, y no al gato y sin saber de qué se trataba. Pero este epíteto componía invariablemente el exordio y la peroración de todos sus discursos.

Había allí una luz atenuada, tranquilidad más íntima y sólo tres o cuatro cuadros de gran tamaño. Inquietud, dicha sobresaltada se apoderaron de Adriana. Una suavidad, que recubría poco a poco los objetos próximos, los aislaba del mundo como con un velo.

Tuvo que interrumpirse aquí el coloquio, porque se oyó el recio y bien conocido taconeo de miss Mary que se acercaba... Ramón, cuya única antipatía en el mundo era esa miss Mary, se hizo humo... Lita simuló dormitar y despertarse sobresaltada... ¿Viene usted a buscarme, miss... «Yes»? preguntó, no sin altanería. «Yes, Lita. Your mother is coming»... Ante tal argumento, Lita cedió.

De pronto, sintió pasos en el cuarto; entreabrió los ojos y creyó reconocer a su hermana, y con voz somnolienta le dijo: ¿Sabéis?... lo amo. Chit... ¡Dormid, dormid! Duermo, duermo. Y se durmió en realidad; mas no tan profundamente como de costumbre, pues a las cuatro de la mañana despertose sobresaltada por un ruido, que la víspera no habría turbado absolutamente su sueño.

Parecíale que la casa se hundía, o que un ejército entraba en ella o que un gigante la hacía pedazos con su pesado pie. Despertose sobresaltada. El corazón le palpitaba tanto que por la mucha viveza estuvo a punto de producirse la inercia cardíaca y por consiguiente el síncope.

Detúvose, un momento lleno de confusión y al cabo llamó dando un golpe. ¿Quién está ahí? preguntó la mujer como si despertase sobresaltada. Soy yo, Pepa. ¿Quién es? volvió á preguntar como si no le reconociese. Soy yo, Nolo. Perdona, Nolo, pero ya estoy en la cama. ¿No acabas de decirme que volviese en seguida? Pues ya estoy aquí... ¡Abre! profirió el mozo irritado.

Hay que saber que á ésta le parecía aquel noviazgo cosa ridícula como á todo el mundo, porque aparte la espantable fealdad de Maripepa, su hijo contaba quince años menos; pero tal idea tenía de su juicio y de su gusto que todo era de temer, y vivía sobresaltada desde que á Regalado se le había metido en el magín casarlo con la coja.

Ya se había aclarado toda la cara macilenta del enfermo con esta placentera memoria cuando Carmen gritó sobresaltada desde el jardín: ¡Padrino, la nétigua; espántala! Y un ave de blando volar, de uñas corvas y corvo pico, se sostuvo, retadora, un instante en el vano del balcón, agitando sus plumas remeras y graznando con lúgubre tono.

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