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Actualizado: 22 de julio de 2025
En el mundo sólo tenía importancia lo que se relacionase con él. ¡A ver cómo no reventaban todas las gentes por cuya triste situación se preocupaba su primo! Si él era infeliz con toda su fortuna, ¿por qué habían de ser dichosas semejantes garrapatas?... Otra vez volvió á hacerse un largo silencio entre los dos. Terminaba la tarde; á lo lejos sonaba la sirena de un vapor.
Su última ocupación fué reunir algas marinas de varias clases, haciendo con ellas una especie de banda ó manto y un adorno para la cabeza, lo que le daba el aspecto de una pequeña sirena. Perla había heredado de su madre la facultad de idear trajes y adornos.
No había cosa que no estuviera pronto a sacrificar por Mariquita: el estanco con anaquelería, puros, carteras de sellos, papeles de matrículas, todo se le antojaba poco para arrojarlo a los pies de aquella sirena. ¡Cuán horrible le parecía, al volver a casa, la severa figura de su esposa doña Frasquita! ¡Qué fea estaba con aquellos parches de alquitira en las sienes y aquella eterna labor de calceta azul entre las manos!
En el coro de Amor con voz Sirena Corazones atraes, vidas encantas, Nise divina, con dulzuras tantas, Que reduces á gloria lo que es pena. Suspendida no canta Filomena, La suavidad oyendo con que cantas, Y á las métricas voces que levantas, El céfiro en los árboles no suena. El arroyo entre flores detenido, Al dulce quiebro de tu acorde lira, Queda en florido tálamo dormido.
Caían en la arena naranjas, mendrugos de pan, cojines de asiento, como veloces proyectiles destinados al matador. De los tendidos de sol salían voces estentóreas, rugidos semejantes a los de una sirena de vapor, que parecía imposible fuesen producto de una garganta humana. Sonaba de vez en cuando un escandaloso cencerro con toques de rebato.
Se le ofreció descanso y un refresco que rehusó, restregándose los ojos, para evitar las miradas de sirena de los ojos azules de Sofía, excusose y se fue derecho a casa. Durante los dos o tres días siguientes al arribo de la compañía dramática, Melisa iba tarde a la escuela, y a causa de la ausencia de su constante guía, el paseo usual del maestro la tarde del viernes, fue por una vez omitido.
Hay quien dice que, si se mete uno por ese agujero, se puede andar como por tierra. ¿Y adónde lleva ese agujero? preguntaba alguno con ansiedad. Eso no se puede decir aunque se sepa contestaba seriamente Yurrumendi ; pero hay quien asegura que dentro se ve una mujer. Alguna sirena decía el padre de Zelayeta, con ironía. ¡Quién sabe lo que será! replicaba el viejo marino.
La compañera maligna, que no es otra que Socorro, la tercera sirena del Jubilado, la sostiene. Encarámase al fin la primera en la cruz de dos ramas; asciende después a otra; aplauden las ninfas y la alientan con gritos de entusiasmo...
Lo único que sentía era no tener ropa con que disfrazarse de magnate o de emperador; de algo, en fin, con autoridad para hacer que el mundo entero se postrara en adoración de aquella sirena.
Pido al Senado terminó diciendo el orador que le quiten al Hombre-Montaña lo que no le corresponde usar y que se envíe al Consejo Ejecutivo una ley para que mañana mismo lo vista con el recato y la decencia que exige su sexo. La ovación al tribuno fué larga. El presidente tuvo que hacer sonar varias veces la sirena eléctrica de su mesa para conseguir que se restableciese el silencio.
Palabra del Dia
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