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Actualizado: 22 de julio de 2025


Pero , María, no atraes con tu dulce voz, para pagar con ingratitud; no: serás la sirena en la atracción, pero no en la perfidia. ¿No es verdad, María, que nunca serás ingrata?

La enemiga cruel que te dió pena Medea de tus años se ha trocado, siendo del Tajo superior sirena. Amigo, si por otro te ha dejado no te admires, que á muchos ha querido por roballes los bienes que han ganado. Estima este rigor, ama este olvido, que yo por lo importante del secreto te guardo lo mejor para el oido.

Al momento las ancoras alzaron, Y las velas ligadas á la entena, Los grumetes apriesa desataron. De nuevo por el aire claro suena El son de los clarines, y de nuevo Vuelve á su oficio cada qual sirena. Miró el bagel por entre nubes Febo, Y dixo en voz que pudo ser oida: Aqui mi gusto y mi esperanza llevo.

Partían de los muelles escarchados y brumosos del Báltico; de los puertos ingleses negros de hulla, en cuyo ambiente grasoso flota un perfume de y tabaco con opio; de las costas de Francia oceánica, que oponen sus bancos vivos de mariscos y los pinares de sus landas a los asaltos del fiero golfo de Gascuña; de las bahías de España, copas de tranquilo azul, en las que trenzan sus aleteos las gaviotas asustadas por el chirrido de una grúa o el mugido de una sirena; de las escalas del Mediterráneo, adormecidas bajo el sol; ciudades blancas con la alba crudeza de la cal o la suavidad aristocrática del mármol; ciudades que huelen en sus embarcaderos a hortalizas marchitas y frutos sazonados, y envían hasta los buques, con el viento de tierra, la respiración nupcial del naranjo, el incienso del almendro, rasgueos briosos de guitarra ibérica, gozoso repiqueteo de tamboril provenzal, arpegios lánguidos de mandolina italiana.

Son los soldados de la Revolución decía entusiasmado el senador ; Francia ha vuelto á 1792. Pasaron la noche en un pueblo medio arruinado, donde se había establecido la comandancia de una división. Los dos capitanes se despidieron. Otros se encargarían de guiarles en la mañana siguiente. Se habían alojado en el «Hotel de la Sirena», edificio viejo, con la fachada roída por los obuses.

Y alguien encontró que la sirena del mascarón de proa tenía las facciones de la hermosa Hortensia. ¡Bah! Fantasías que se inventan. Menchaca desde entonces quedó más sombrío que nunca. No era posible que a Cepeda se le hubiese ocurrido aquella idea de bautizar así el barco, con el fin de mortificar a su socio. El pensamiento partió seguramente de ella.

La verdad es dije con mucho misterio, que las circunstancias obligan a veces a un hombre a modificar su aspecto todo lo posible y... Pero va creciendo que es un gusto. ¡Hola! exclamó Jorge. Luego no andaba yo tan descaminado, y si no ha sido la hermosa Antonieta, se tratará de otra sirena. Siempre hay por medio alguna sirena, Jorge dije sentenciosamente.

A tu lado pasaba el triunfo de la ciudad sirena, de Lutecia, la loca, sin una sonrisa de cariño para el divino poeta, que, con un humorismo que hiela los huesos, llamaba al hospital su palacio de invierno, del tremendo invierno parisiense. Quizá el genio sea la compensación de la miseria y de la desgracia, que ser feliz y artista no lo permite Dios,

Es una verdad que os hubiera parecido mentira en los ilusionados comienzos, allá en vuestro rincón provinciano, antes de caer en la Puerta del Sol entre las garras de la Bohemia, la sirena que devora el corazón y el cerebro de sus amantes, en unión de la miseria, entre alegres paradojas y peligrosas funambulerías en la cuerda floja de lo imprevisto.

Artículos de periódico olvidados en seguida, traducciones que firmó otro o que acaso no firmó nadie. La sirena de la Puerta del Sol se tragó su espíritu antes de que la Desnarigada, que tanto quiere a los poetas y a los artistas pobres, le estrujase el corazón, en el silencio helado del hospital, entre hedor de calentura y de medicinas.

Palabra del Dia

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