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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Más simpático en el trato que Quintana, por carecer de aquella grandílocua y solemne severidad, era D. Francisco Martínez de la Rosa, recién llegado entonces de Londres, y que no era célebre todavía más que por su comedia <i>Lo que puede un empleo</i>, obra muy elogiada en aquellos inocentes tiempos.

Pero ¿cómo fue, tía? ¿Qué pasó entre mi sobrina y el cadete? Lo que pasa con frecuencia en el mundo y aquí no había ocurrido nunca. Mil veces le sermoneé a tu hermano: «Mira, Esteban, que ese señorito no es para tu hijaMuy simpático, muy vivaracho, llevando el uniforme de la Academia como nadie y capitaneando el grupo más endiablado de cadetes en sus calaveradas por toda la ciudad.

El simpático viejo parecía contento; pero los achaques le pesaban cada día más, y ya en Abril no salía a la calle sino acompañado de un criado. En una de sus visitas habló a solas con su amiga, en términos tan paternales que a ella le faltó poco para llorar. Todo iba bien, perfectamente bien, y ya se habría convencido la chulita del valor de sus lecciones y consejos.

Siempre estaba a la cuarta pregunta, y como pudiera sacarle a su tía alguna cantidad por medio de combinaciones dignas del mejor hacendista, no dejaba de hacerlo, y a la viuda se le requemaba la sangre con esto. Véase, pues, cómo se entendía mejor con el más antipático de sus sobrinos que con el más simpático. iii

Los muebles forrados de damasco amarillo, barnizados de blanco también, de un lujo anticuado, bonachón y simpático, reían a carcajadas, con sus contorsiones de madera retorcida, ora en curvas panzudas, ora en columnas salomónicas. Los brazos de las butacas parecían puestos en jarras, los pies de las consolas hacían piruetas.

El simpático doctor, sentado enfrente del conde, formaba con él un contraste singular. El señor Le Bris era lo que se llama un muchacho guapo. Quizá le faltaban un centímetro o dos para llegar a una estatura regular, pero era bien proporcionado. No tenía cara de tonto ni mucho menos, pero no si su nariz era del todo correcta.

Su nombre corrió entonces de boca en boca entre la plebe. Era el simpático Damián de Goes, que privaba mucho con el soberano.

no puedes vivir sin amor. ¿Cómo habías de quererme a , que sólo tengo juventud en el corazón?... Óyeme...». Cada vez que decía «óyeme» tomaba una actitud sacerdotal y el tono más solemne del mundo. «Óyeme. has amado a un solo hombre; ese hombre ha vuelto de la Habana. De todos tus amantes, él era el más simpático, el más caballero.

Se adaptan igualmente á violentas gastralgias con dolor vivo, quemante, dislacerante, que se eleva hasta el furor ó el síncope: este dolor parece situarse encima de la apófisis sifóides, irradia pronto hasta el cuello ó se divide siguiendo el trayecto del gran simpático; está, en fin, acompañada de mas ó menos opresion, y deja despues del acceso una sensacion de vacuidad en el estómago, desórdenes en la nutricion ó en la defecacion y una grande laxitud.

Veo que tienes buena opinión de ti respondió el cura, que hacía esfuerzos por tomar severo aspecto. ¡Ah, excelente! Bueno, y ahora; ¿quieres o no quieres escucharme? Estoy cierta continué yo, siguiendo mi idea, de que Holofernes era infinitamente más simpático que mi tía, y de que me hubiera entendido con él perfectamente. Por lo tanto, no alcanzo a ver lo que me impediría imitar a Judith.

Palabra del Dia

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