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Actualizado: 10 de octubre de 2025


Sobre la mesa ó bufete, que era de nogal, había recado de escribir, el Breviario y otros libros. Dos sillones de brazos, frente el uno del otro, con la mesa de por medio, y donde se sentaban nuestros interlocutores, eran de nogal igualmente. Á más de los dos sillones, había cuatro sillas arrimadas á la pared. Los asientos todos eran de enea.

Ulises vió señoras vestidas de blanco haciéndose abanicar, tendidas en sillones, por sus pequeños pajes chinescos; vió militares bronceados y enjutos, con aspecto enfermizo, que parecían galvanizados por la guerra que los arrancaba á la siesta asiática, y niñas, muchas niñas, contentas de ir á Francia, el país de sus ensueños, olvidando en esta felicidad que sus padres marchaban tal vez á la muerte.

Dos sillones, puestos el uno junto al otro, estaban delante de la mesa; una hilera de sillones dorados alrededor del salón junto á los tapices, y espejos y cuadros cubriéndolos á éstos. Ultimamente, delante de la mesa había un brasero de plata con fuego.

Esta sala es húmeda. Azorín cree percibir aún la sensación de humedad. En el sofá está sentada una señora que se abanica lentamente; en uno de los sillones laterales está un señor vestido con un traje blanquecino, con un cuello a listitas azules, con un sombrero de jipijapa que tiene una estrecha cinta negra.

Muchos, como don Alonso, recelaban de sus propios labios durante el sueño, y evitaban adormirse en los sillones, entre el paso de la servidumbre. Toda altivez era funesta y el mismo silencio no era seguro. Ne contumax silentium, ne suspecta libertas. La idea temblaba en el cerebro, y no hubo pluma que osara estampar lo que el alma ocultaba en su cripta más honda.

Luego, como si este saludo matinal los hubiera saciado por el momento, buscaron la sombra de un toldo, y sentados en dos sillones, contemplaron el Océano en dulce quietismo, mirándose sin palabras. Fernando la examinaba a la luz del sol, gozándose con extraña crueldad en su desencanto, cada vez mayor.

Suspiraba y le corrían las lágrimas por la cara abajo. Había llegado ya a tal punto su azoramiento, que no daba pie con bola. Entre tanto los dos curas estaban en la sala, fumando cigarrillos, las canalejas sobre sillas, groseramente espatarrados ambos en los dos sillones principales, y hablando sin cesar del mismo tema de las oposiciones de Sigüenza.

Cada vez que uno de ellos venía a colocarse sobre un buen número del cuadro trazado en el suelo, estallaba el grupo infantil en palmoteos y gritos, que hacían revolverse en sus sillones a los pasajeros dormitantes. Karl, con aire pensativo y un dedo en la boca, contemplaba de cerca el juego de estos niños mayores que él.

Entra sin llamar, la puerta está siempre abierta, y cuando entres da muchas vocea: ¡Buenos días, buena gente! Soy amigo de Mauricio. Entonces verás a dos viejecitos, ¡oh! pero viejos, reviejos, archiviejos, tenderte los brazos desde el fondo de sus grandes sillones, y los abrazas en mi nombre, de todo corazón, como si fuesen cosa tuya.

Después se fueron al cuarto de don Mariano, que era un magnífico gabinete con dos balcones a la plaza, decorado con gusto severo y clásico; grandes sillones de cuero, ricos tapices, escritorio de ébano y armarios para los libros de la misma madera. En las paredes colgaban algunos retratos de familia pintados al óleo.

Palabra del Dia

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