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Actualizado: 3 de junio de 2025
Vamos, y sígueme por ella, don Cleofás; que hemos de ir a comer a la venta de Darazután , que es en Sierra-morena, veinte y dos o veinte y tres leguas de aquí. No importa dijo don Cleofás , si eres demonio de portante , aunque cojo.
El paje entonces se escabulló sin saber cómo, y Mutileder se encontró frente a frente de una anciana y venerable dueña, la cual, con voz meliflua, le dijo: Sígueme, hermoso. Y Mutileder la siguió, algo ruborizado del intempestivo requiebro.
No temas nada, no me apartaré de ti. ¡Ay! no es por mí por quien tiemblo, querida Marta; es por vos que sufro tanto sin ser culpable. Mi madre puede castigarme cruelmente. Eso no es nada; pero, ¿y si se le ocurriera castigar mi falta en vos, en mi presencia? No, no; te estás agitando por un vano temor. Vamos, no podemos hacer esperar a tu madre. Ten calma y sígueme.
19 Y llegándose un escriba, le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que fueres. 20 Y Jesús le dijo: Las zorras tienen cavernas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde recostar su cabeza. 22 Y Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos. 24 Y he aquí, fue hecho en el mar un gran movimiento, que el barco se cubría de las ondas; mas él dormía.
21 Le dice Jesús: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme. 22 Y oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. 23 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que el rico difícilmente entrará en el Reino de los cielos.
«Sí, señor, un dineral, pero lo peor no es que usted nos arruine, sino que se arruina también, y lo sabe el mundo y esto es en desprestigio de la Iglesia.... Empeñarse por los pobres.... Ser un tramposo de la caridad. Hombre, por Dios, ¿dónde vamos a parar? Cristo ha dicho: reparte tus bienes y sígueme, pero no ha dicho: reparte los bienes de los demás...».
JIMENO. Pero al cuento. GUZMÁN. Al cuento: ya sabéis que yo gozo de la confianza del Conde; anoche me dijo, estando los dos solos en su cuarto: «Escucha, Guzmán; quiero que me acompañes; sólo a ti me atrevo a confiar mis designios, porque siempre me has sido fiel; esta noche ha de ser fatal para mí, o he de llegar al colmo de la felicidad suprema!» Sígueme, añadió, y atravesó con paso precipitado las galerías, instruyéndome en el camino de su proyecto.
Sígueme, Sancho, que la carreta va despacio, y con las mulas della satisfaré la pérdida del rucio. -No hay para qué hacer esa diligencia, señor -respondió Sancho-: vuestra merced temple su cólera, que, según me parece, ya el Diablo ha dejado el rucio, y vuelve a la querencia.
Y Leila su palabra entrecortaba, y estremecida de placer gemia, y hambrienta la belleza contemplaba de Ataide, que en sus brazos la estrechaba y de ansiedad y amor desfallecia. ¡Sígueme! Ataide al fin con voz medrosa y trémula exclamó; de la montaña en el seno selvático, gozosa, correrá nuestra vida venturosa bajo el techo de paz de la cabaña.
Le dice Jesús: Apacienta mis ovejas. 18 De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas donde querías; mas cuando ya fueres viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te pasará donde no querrías. 19 Y esto dijo, señalando con qué muerte había de clarificar a Dios. 21 Así que cuando Pedro vio a éste, dice a Jesús: Señor, ¿y éste, qué? Sígueme tú.
Palabra del Dia
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