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Actualizado: 11 de junio de 2025


Es igual; ¡qué bien se encuentra uno en su casa! ¡Eh, Luisa! ¡Ven y siéntate un momento aquí! ¡Mire usted, papá Juan Claudio, con esta personilla a un lado, el jamón al otro y la jarra en frente, en menos de quince días me reponía completamente; no me reconocían los camaradas de la compañía!

En el fondo, tan en el fondo que ni él mismo se daba cuenta, Apolonio se sentía orgullosísimo, creyéndose en aquellos momentos un personaje trágico de verdad e imaginando inspirar a la duquesa fuerte interés patético. ¡Bah! Temí, al verte, que se trataba de algo grave. Siéntate. Aunque hay que resolver de prisa, para resolver de prisa hay que pensar despacio. Siéntate.

Tenía los ojos arrasados de lágrimas. Apenas podía hablar. Levantó el único brazo que tenía expedito, y me acariciaba con dulzura infantil. ¡Aquí, a mi lado! Siéntate aquí, mientras te ponen la cena. ¿Tendrás hambre, no es cierto? Se come muy mal por esos caminos. ¡Pepa, Pepa! Pon la vela aquí, cerca, para que vea yo bien al señor de la casa.

Anda, Elena, siéntate en el banco, bajo la glorieta dijo el aya . Tengo que entrar en la casa con Catalina, para hablar de un asunto importante. Toma, aquí tienes mi bolsa de labores, en ella encontrarás un tejido. Ten paciencia, que volveré a buscarte dentro de algunos minutos. Se alejó, y entró en la casa con Catalina, cuyo corazón palpitaba de curiosidad.

eres más joven, pero yo tengo un gran «aquel» para las mujeres. Que lo digan éstos. Y señalaba a los camaradas que ocupaban la mesa. Maltrana se marchó entre agradecido y molesto por las necedades de su tío, y no volvió a verle hasta pasadas dos semanas, acosado por nuevas necesidades. ¡Hola!... Siéntate dijo al verle el Ingeniero, con cierta displicencia.

Tu mismo te has forjado tu ventura, Y yo te he visto alguna vez con ella, Pero en el imprudente poco dura. Mas si quieres salir de tu querella, Alegre, y no confuso, y consolado Dobla tu capa, y sientate sobre ella. Que tal vez suele un venturoso estado, Quando le niega sin razon la suerte, Honrar mas merecido, que alcanzado.

El calor femenil de esta carne suave, que le acariciaba con su contacto por debajo de la mesa, le irritaba como un peligro difícil de vencer. Siéntate, ladrón; si te meneas, de un pellizco te arranco el alma.

Don Román, severo e irascible, dictó nuevas órdenes, amenazó con duros castigos, y luego, haciendo un gesto de dolor, pronto borrado por una expresión resignada de tristeza, vino al estrado. Siéntate, siéntate aquí, en este sillón. ¡Qué gusto me da verte! Cuando te fuiste creí que no me volverías a ver.... Estoy ya muy viejo. ¿No me ves? En Febrero cumpliré los setenta y dos.

«Siéntate»; que fué lo que le dijo Napoleón a la reina de Prusia, en ocasión que la soberana, por conseguir un tratado menos infamante, quiso conmover al corso, representándole una escena dolorosa y teatral. Bien sabía Apolonio que la tragedia exige hablar en pie y con coturno. Al sentarse, comprendió que estaba peor que en ridículo, humillado, como un ídolo al que derriban.

Absorto, mudo, con la boca abierta, estaba Mutileder, cuando la dama se levantó y mostró de pié su gallarda estatura, esbelta y cimbreante como las palmas de Tadmor; y vino a él, y tomándole la mano, en la que él sintió como una conmoción eléctrica, le llevó a y le dijo: Siéntate. ¿Qué te asusta? Y Mutileder se sentó, al lado de la dama, en un taburete bajito.

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