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Actualizado: 21 de junio de 2025
Inútilmente forcé mi organización, procuré gastarme. Mi organización resistió como una máquina de acero. Entonces me entregué resignado a mi destino. Como si un genio fatal y poderoso se hubiese propuesto oponerse a mi voluntad, se me hizo imposible el suicidio, a no ser apelando al medio ruidoso y poco decente de levantarme la tapa de los sesos, o de hacerme matar en un duelo.
Dirá usted que se le baja, porque lo tiene usted en lugar de sesos. ¡Me ha llamado usted usurero! Eso; clarito.
Aquella le cocía, y comía los ojos y la lengua, y el cogote y sesos, y la carne que en las quijadas tenía, y dábame todos los huesos roídos. Y dábamelos en el plato, diciendo: "Toma, come, triunfa, que para ti es él mundo. Mejor vida tienes que el papa." "¡Tal te la dé Dios!", decía yo paso entre mí.
Esa Serafinita es la que le ha sorbido los sesos a mi pobre Carolina, es la autora de mi desgracia y del aborrecimiento que tengo a mi propio domicilio... ¡Oh!, amiga mía, no sabe usted qué enfermedad tan triste es esa del horror a la casa... Felizmente no la conoce usted... Yo quisiera estar fuera todo el día, y no parecer por allí... Insensiblemente me acostumbro a considerar como casa propia la casa de mi amigo, y ni un instante se me va del pensamiento la comparación entre el calor cordial de aquí y la frialdad seca de allá... Soy hombre que no puede vivir sin cariño.
Pasó por encima de muertos y moribundos hacinados, y llegó á un lugar inmediato que estaba hecho cenizas; y era un lugar abaro que conforme á las leyes de derecho público habian incendiado los Bulgaros: aquí, unos ancianos acribillados de heridas contemplaban exhalar el alma á sus esposas degolladas; mas allá, daban el postrer suspiro vírgenes pasadas á cuchillo despues de haber saciado los deseos naturales de algunos héroes; otras medio tostadas clamaban por que las acabaran de matar; la tierra estaba sembrada de sesos al lado de brazos y piernas cortadas.
Eugenio se despide algo desabrido y receloso, y se devana los sesos por adivinar el misterio; pero una feliz casualidad le hace encontrar con otro amigo que le revela la trama del primero, y le avisa que no se duerma si no quiere ser víctima de la perfidia mas infame.
Señores, aquel de ustedes a quien las circunstancias hayan obligado a alistarse en las filas de los bribones... y ¿cuál es el hombre honrado que no ha tenido que hacer eso alguna vez en su vida?... ese me comprenderá. Me devanaba los sesos día y noche, y me roía las uñas hasta hacerme sangre; y, no encontrando otra manera de arreglar las cosas, resolví reconciliar a mi costa a las dos partes.
¡Que si la tengo! ¡que si tengo razón! ¡tanta tengo, que se me sale por la tapa de los sesos! Pues mira, primero eres tú. Ya lo creo que primero soy yo. Ello pasará; los primeros momentos son crueles; pero cuando te acostumbres... ¿Y á qué me he de acostumbrar? A pasarte sin tu hermano... Pues qué, ¿no me pasaba sin él? Sí, pero no es lo mismo decir tenía un hermano, á decir ya no le tengo.
Con gran prontitud se guardó Pecado su dinero, y alzando los hombros y echando de sí un enorme suspiro, pronunció torpemente estas palabras: «Yo... de aquellas cosas que pasan..., lo cual que me vi solo, y... no me ha pasado nada. Nos hemos enterado. Tiene seco el entendimiento indicó la Sanguijuelera . La calentura le abrasó los sesos. Dice el señorito Miquis que le dé baños en el río.
Las ovejas se agrupaban protegiéndose mutuamente de la calcinación solar de los sesos, que cada una ponía bajo el vientre de la vecina, hasta ofrecer, en compacto conjunto, el aspecto de grandes quillangos puestos a secar.
Palabra del Dia
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