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Actualizado: 6 de octubre de 2025
No respondió el torero , porque me ahogaría la risa. Ya no estoy celoso, Mariquita. Tantos celos tengo como el sultán en su serrallo. ¡Pobre mujer! ¿Qué sería de ti, con un marido que te enamora con recetas y un cortejo que te obsequia con coplas, si no tuvieras quien supiera camelarte con zandunga?
Ya no es la hembra ese fiero gigante, que era preciso seguir al otro cabo del mundo: ésta se mantiene sumisa, sobre las algas ondulosas, para obedecer á su señor, convirtiendo su existencia en apacible y voluptuosa. Aquí, apenas se conoce el misterio. Los anfibios viven buenamente de panza al sol, y siendo muy numerosas las hembras, se reunen y constituyen un serrallo para sus machos.
Reíanse los caballeros oyendo a Leopoldina, y ella les tiraba de los botones del chaleco, llamándoles indecentes. ¡Ah, si tuviera ella pantalones!... Y casi, casi, estaba por ponérselos como Miss Walker, la médica del Serrallo de Túnez, que paseaba en aquellos días los boulevards con calzones zuavos y chambergo.
Respondiendo entónces con mucha dignidad el amo de Cacambo, dixo en italiano: Yo no soy un bufon; mi nombre es Acmet III; he sido gran Sultan por espacio de muchos años; habia destronado á mi hermano, y mi sobrino me na destronado á mí; á mis visires les han cortado la cabeza, y yo acabo mis dias en el serrallo viejo.
Fue decapitado, entregado su cuerpo á la muchedumbre, llevada su cabeza sobre la punta de una lanza al audaz Soleyman, á quien Hescham trató de dar con esto ejemplo. Tuviste entonces restablecida la legitimidad sobre tu trono; mas ¿qué podias esperar de ese cobarde Hescham, que nunca aspiró mas aliento que el de sus jardines, ni conoció mas placeres que los de su serrallo?
Madrid estaba convertido en un lodazal; soplaba norte pulmoníaco, y la lluvia, por lo terca y violenta, se burlaba de toda prenda impermeable; pero a don Juan le pareció que caminaba por las secas alamedas de un jardín donde corría suavísimo céfiro y que del cielo caía tibio rocío perfumado, como aquel que un alarife cordobés hizo llover en el serrallo del califa.
Tú no puedes ser sino Híala; tus acentos me revelan algo de más celestial que las vulgares bellezas del serrallo; tus ojos de gacela me manifiestan quien tú eres. Tú sufres como yo; tú, como yo, eres prisionera; si mi cárcel es el estrecho recinto de una torre, también es prisión tuya ese jardín en que vagas. Tenga el Sultán un deseo, y ese ámbito se estrechará hasta.... ¿Hasta qué?
No hay poder más absoluto en la tierra: ni el del Gran Turco, que en cierto modo es responsable, por el miedo a las revoluciones del serrallo. Aquí, en el serrallo de la Iglesia, todos somos menos que hembras. Y si surge un cura que, cansado de persecuciones, siente renacer el hombre dentro de la sotana y le larga una puñalada a su tirano, lo declaran loco. ¡El colmo de la hipocresía!
El tocado de la naturaleza. Mañana el sol sacará lustre a toda esa verdura mojada. Y además, aquí en el campo, la lluvia es una música. el rumor de la lluvia sobre las hojas y el ruido de las alas de las palomas que se esponjan sobre los tejadillos de su palomar cuadrado, entrando y saliendo por las ventanas angostas. Ese palomar tiene algo de serrallo o de casa de vecindad, según se mire.
Palabra del Dia
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