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Las serpientes, por ser del país, no pueden entender el español, lengua de Buenos Aires. Y ahora terminó con melancolía Jaramillo tendré que esperar hasta, el próximo Viernes Santo. De pronto empezó á hacer frecuentes viajes á Asunción, la capital del Paraguay. Su amigo, alarmado por estas ausencias, le obligó á confesar la causa. Lo he visto dijo Jaramillo misteriosamente.

Hombres de todos los pueblos andan asombrados por las calles morunas, por las aldeas negras, por el caserío de bambú javanés, por los puentes de junco de los malayos pescadores, por el jardín criollo de plátanos y naranjos, por el rincón donde, de su techo labrado como un mueble rico, levanta su torre ceñida de serpientes la pagoda.

A cada paso islas tan primorosas, tan pintorescas que, salvo el calor y las plagas, hacían pensar en los archipiélagos del Mediterráneo; hileras interminables de sauces llorones, bordando las playas del rio y los suaves declives de las islas; caños oscuros, sombríos, saliendo misteriosamente de entre la selva y trayendo sus aguas sin corriente de las lagunas lejanas, donde moran la fiebre, las fieras y las serpientes venenosas y enormes á la sombra de una vegetacion exuberante y bravía; playas reverberantes, cuajadas de caimanes durmiendo bajo el ala de un viento abrasado, en cuyas orillas se amontonan las garzas de lindísimos colores, ó vaga el grullon persiguiendo á los peces descuidados, y cuyas arenas quemadoras se dan á veces sus terribles combates el jaguar, tirano de la selva, y el monstruoso dragon de los rios colombianos.

Los habitantes de San-Pablo, pueblo situado á poca distancia de la confluencia del Cimitarra, hacen responsable al Mohán ó Huan, divinidad terrible de las grutas y de los grandes pozos de los ríos, de las fechorías cometidas por los jaguares, las serpientes y los zainos en perjuicio de los imprudentes buscadores de oro.

Así es la lengua entre nuestros miembros que contamina todo el cuerpo, e inflama el curso de nuestro naturaleza, y es inflamada del infierno. 7 Porque toda naturaleza de bestias fieras, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma, y es domada por el ser humano; 8 pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, y está llena de veneno mortal.

Ella es mi refugio y mi defensa; torre y alcázar de David, de que penden mil escudos y armaduras de valerosos campeones; cedro del Líbano que pone en fuga a las serpientes. En cambio, a la mujer que me enamora de un modo mundanal, procuro menospreciarla y abatirla en mi pensamiento, recordando las palabras del Sabio y aplicándoselas.

Y cavé en la pared, y he aquí una puerta. 9 Y me dijo: Entra, y ve las malvadas abominaciones que éstos hacen allí. 10 Y entré, y miré, y he aquí imágenes de todas serpientes, y animales; la abominación, y todos los ídolos de la Casa de Israel, que estaban pintados en la pared alrededor.

Ya era un rayo que daba sobre un monte, como el acero de un gigante sobre el castillo donde supone a su dama encantada; ya un león con alas, que iba de nube en nube; ya un sol virgen que de un bosque temido, como de un nido de serpientes, se levanta; ya un recodo de selva nunca vista, donde los árboles no tenían hojas, sino flores; ya un pino colosal que, con estruendo de gemidos, se quebraba; era una grande alma que se abría.

Serpientes os nazcan en casa que os muerdan, como mordieron á los que Dios castigó en la murmuracion. Qualquier casa en que viviéredes sea maldita, descomulgada, y caigan sobre vosotros piedras al entrar en ellas, como cayeron los muros de Jericó. Hurtos os hagan en el patio de Palacio, ó en la casa de la India.

Amenazábanos la lluvia, caían gruesas gotas, y en el bosque cercano resonaban las arboledas como al paso de impetuoso viento. Silbaban las serpientes entre los matorrales del camino, zumbaban mil insectos entre las hierbas, y el ruido del aguacero se aproximaba rápido y pavoroso. Los árboles me parecían espectros; las luces de las chozas cirios que ardían delante de un cadáver. Ibamos al trote.