United States or Guinea-Bissau ? Vote for the TOP Country of the Week !


El chimpanzé y el gorila suelen constituir familia. La exhibición de este preciosísimo dato le dejó tan satisfecho que, en el exceso de su alegría, tosió dos o tres veces de un modo modesto, indicando que estaba dispuesto a rechazar toda enhorabuena. Acto continuo echó mano a la botella de agua, se escanció un vaso y lo apuró lentamente con majestuoso ademán, a fin de serenarse.

Observamos que la Condesa dió un paso hacia su hijo; que su semblante hermoso y venerable se contrajo, desfigurado por la ira; que extendió sus brazos; que comenzó a balbucir con locución atropellada, cual si su indignada lengua no acertara a encontrar una palabra bastante dura, bastante enérgica para tal situación; la vimos después llevarse ambas manos a la cabeza, retroceder, vacilar, apoyarse en el hombro de D. Paco, y por último, reponerse, erguirse, serenarse, mirar a su hijo con desdén, señalar a la calle, donde de improviso empezaba a oírse fuerte redoblar de tambores, y decir: El ejército se va.

A veces creía sentir los pasos de la muerte, como el soldado los de su enemigo, y la frente del anciano se arrugaba, pero volvía a serenarse al momento, adquiriendo expresión indiferente. Su atención era cada vez más profunda. En tanto, el paciente tenía fijos en el techo los ojos, donde empezaban a dibujarse las señales de una sombría decisión.

La ciudad estaba dormida, el mar en calma, el aire diáfano, la atmósfera serena, y en el cielo brillaban millares de millones de estrellas. Cristeta se apoyó de codos en la barandilla y aspiró con delicia el aire que venía saturado de emanaciones salinas. En vano quería serenarse. El corazón le latía como avisando un peligro, y los oídos le zumbaban remedando una canción de amor.

Entonces la niña le miró maravillada, tan llena de admiración, que él, otra vez con acento ardiente, le volvió a decir: ¡Qué buena eres... y qué hermosa! Te quiero mucho, Carmencita, ¿me quieres algo? Haciendo esfuerzos por serenarse, balbució ella con timidez encantadora: Algo, ....

Por un instante sintiose a punto de perder el conocimiento, y a su turbación uníase, para hacerla más honda, el miedo de darla a conocer ridículamente. Se sentó; hizo firme propósito de serenarse. La endemoniada, balbuciente y atroz música de Augusto le rompía el cerebro.

Bajó y se puso en la calle, acordándose de una de las principales recomendaciones que le había hecho Feijoo: «No descomponerse nunca». Pues bien se había descompuesto aquel día... «Pero verdaderamente discurrió tratando de serenarse . Yo ¿qué le he hecho?, nada... Únicamente decirle quién soy, para que me conozca...». ¡Cosa extraña!, le entraron ganas de esperar para verla salir.

Lubimoff, al serenarse, admiró el gesto pudoroso, la tímida inquietud con que ella decía esto. Resurgió en su recuerdo la mujer del «estudio» de la Avenida del Bosque; hizo memoria de sus audaces teorías. ¿Realmente era la misma?... Mientras bajaban, ella volvió la cabeza para hablarle, como si adivinase sus pensamientos.

Después, al serenarse un poco, gracias a un trago de agua azucarada, que debió de parecerle una inundación agradable, hizo una mueca con boca y narices, que llevó a Bonis al recuerdo del abuelo. «¡Oh, como mi padre! ¡Como yo en la sombra!».

Don Máximo le tomó el pulso y dijo: No es más que un amago de vahído, que se cortará con el agua. En efecto, después que la bebió y se hubo sentado en el sofá empezó a serenarse, y a los pocos minutos ya estaba completamente bien. Siguió la conversación. Quince días por lo menos se habló de la excursión al Moral y a la Isla.