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Mas no por esta sequedad se desmayó en Lotario la esperanza, que siempre nace juntamente con el amor; antes, tuvo en más a Camila. La cual, habiendo visto en Lotario lo que jamás pensara, no sabía qué hacerse.

Saludóles nuestro anciano como antiguos amigos, a quienes se ve todos los días. A nadie en el radio de la villa dejaba de saludar don Mateo. ¿Esperando que termine la sesión, eh? , señor respondió uno con sequedad y reserva que quitó al anciano el deseo de entrar en más averiguaciones. Buscó otra conversación, la que más podía complacer a los depositarios de la fe pública; la caza.

Una ola de lágrimas se agolpaba a mis ojos y un nudo de angustia cerraba en mi garganta el paso a toda palabra. Se puso a leer un libro de filosofía alemana, uno de esos libros que, por su profunda aridez y sequedad, levantan cefalalgias. La intrincada filosofía no llegaba a su espíritu, en el cual sólo había la espina clavada de mi pequeña ofensa. En tales circunstancias tuve un rasgo luminoso.

39 Mas Gedeón dijo a Dios: No se encienda tu ira contra , si aún hablare esta vez; solamente probaré ahora otra vez con el vellón. Te ruego que la sequedad sea sólo en el vellón, y el rocío sobre la tierra. 40 Y aquella noche lo hizo Dios así; porque la sequedad fue sólo en el vellón, y en toda la tierra estuvo el rocío.

Fortunato levantó la cabeza y sonrió. Hola, ¿eres ? Don Fermín se sentó en un sofá. Estaba un poco mareado; le dolía la cabeza y sentía en las fauces ardor y una sequedad pegajosa; se ahogaba en aquel recinto cerrado y estrecho; el alcohol le había perturbado.

Las membranas mucosas, en general, presentan un estado erético con sequedad, la cual se manifiesta varias veces y con diversas formas en la boca, la lengua y otras partes; pero esto no obsta para que se indique la salivacion, si bien ocurre en un estado de espasmo y de contraccion producido por el reposo.

por ellos si quieres respondió con más sequedad aún. Entonces Velázquez, reparando que los amigos se habían callado y observaban con asombro la escena, tuvo la debilidad de insistir. Pero, hija, no seas así. Estos señores están aguardando, y por subir cuatro escalones no te vas á morir.

De usted depende que le diga adiós o hasta la vistaAquella despedida trivial, de una sequedad perfecta, me causó el efecto de un derrumbe. Después, al abatimiento sucedió la cólera. Y acaso la cólera fue lo que me salvó. Ella me prestó energías para reaccionar y adoptar un partido extremo. Aquel mismo día escribí dos o tres cartas diciendo que me ausentaba de París.

El plan no tiene falla por ninguna parte. Y lo exponía con la sequedad de un grande hombre ofendido por la ignorancia de su auditorio. Fundar un Banco era cosa corriente en aquellos países. Cada semana nacía uno, según le había dicho Martorell. No había calle principal de Buenos Aires que no tuviese unos cuantos.

Pero aquellas manifestaciones tan extraordinariamente expresivas, lejos de enternecer a la marquesa, la provocaron a recoger su ánimo, y dijo con sequedad: «Pero ¿qué es esto?... Levántese usted, hija... No puedo consentir... Usted no me ha entendido bien...». Isidora se levantó.