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Actualizado: 3 de julio de 2025
En la puerta de la casa los tertulios se dividieron: la mayor parte se quedó por las inmediaciones de la plaza, otros siguieron por la calle del Cuadrante. Y en ella se fueron separando todos hasta que quedaron solos el P. Gil, Osuna y su hija, los únicos que vivían en el Campo de los Desmayos. Obdulia maniobró para que el P. Gil la tapase con su paraguas.
El papú, verdadero hombre de los bosques, los guiaba sin vacilar un momento, yendo siempre por un camino más o menos recto, pero que infaliblemente debía conducirlos al bosquecillo de nueces moscadas. De vez en cuando miraba al sol para guiarse, y en seguida redoblaba el paso separando las ramas o cortando los bejucos que podían molestar a sus salvadores.
¿Enamorado de esa niña? ¡Ni por pienso! ¡Murmuración villaverdina! ¿Murmuración? Vale más. Ya dieron en decirlo, y seguirán.... Créame usted, Angelina; créame usted: la señorita es guapa, sí que es guapa, linda como un ramo de rosas; pero el joven que se complace en oirla tocar no ha puesto en ella los ojos, ¡ni los pondrá jamás! Mi voz despertó a tía Pepa. Yo estaba separando el último pétalo.
Para llegar al acto primitivo, separando del mismo todo lo que no le pertenece realmente, confiesa Fichte que es necesario suponer valederas las reglas de toda reflexion, y partir de una proposicion cualquiera de las muchas que se podrian escoger entre aquellas que todo el mundo concede sin ningun reparo. «Concediéndosenos esta proposicion, dice, se nos debe conceder al mismo tiempo como acto, lo que queremos poner como principio de la ciencia del conocimiento; y el resultado de la reflexion debe ser que este acto nos sea concedido como principio, junto con la proposicion.
¡Pobre loca! exclamó profundamente Quevedo, separando de sus labios una copa que llevaba á ellos ; ¡pobre niña, digna de cuanto una mujer puede alcanzar de menos malo en este mundo, donde todo es locura ó lodo! ¡pobre ciega, que deslumbrada por su desgracia no ve, no sabe distinguir el oro del barro! Y Quevedo se levantó y cerró las puertas.
PASTEL A LA ITALIANA. Se hace un picadillo de tocino, lomo, ternera, jamón y se hace una pasta con vino blanco y huevos batidos; en un molde de forma bonita se pone tiritas de jamón cruzadas, otra capa de pasta, otra de tiras de jamón, y así sucesivamente, hasta llenar el molde. Después se mete al horno cuidando de ir separando la grasa que vaya sacando, y cuando está en su punto se prensa.
En aquel momento se le ocurrió una frase y para exponerla a su auditorio con toda solemnidad se detuvo, extendió la mano, como separando a los otros dos, y echando el cuerpo del lado de Foja le dijo al oído, a voces: ¡Amigo mío, de todo ha de haber en la Iglesia de Dios! Rieron los otros el chiste, y no cesaron las carcajadas, hasta que el Magistral pasó al lado de los murmuradores.
Al atravesar la Puerta del Sol, vio en la calle del Carmen el carro de Zaratustra parado junto a la acera, y entre sus varales al filósofo traperil de espaldas a él, separando la basura que acababa de entregarle el criado. Maltrana pensó en su abuela y en su tesoro. La señora Eusebia era rica: todos los vecinos lo afirmaban.
La doncella suspiró, quedóse pensativa largo rato, bajó los ojos abatida y triste, y sin mirarme dijo con inmensa ternura: ¡Así te quiero! Y siguió sin decir palabra, separando flores y cortando tallos. Le arrebaté las tijeras y el ovillo. Habla, Angelina.... ¡Quiera Dios, replicó que mi historia no sea para tí causa de pena! En seguida agregó, variando de tono.
El, abandonándose a este dulce balanceo, se durmió por completo; mientras que Melia, reteniendo su aliento, y separando los negros cabellos que ocultaban la despejada frente de su amante, tan pronto depositaba en él un beso, tan pronto pasaba un dedo afilado sobre sus espesas cejas que se contraían convulsivamente aun durante su sueño. Capitán, todo está dispuesto dijo Zeli entrando.
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