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Actualizado: 25 de junio de 2025
A medida que Melchor hablaba, dando a su voz acentos de inusitada vehemencia, Lorenzo experimentaba como un consuelo ternísimo escuchándole y deseando que continuara en su disertación, que inoculaba en su espíritu una extraña sensación de energías no sentidas.
Con esta resolucion «los buenos y celosos huyeron y se ocultaron, dice Gomez Bravo; los malos apostataron de la religion cristiana; otros publicaban que los mártires habian sido indiscretos y temerarios, aunque antes los habian venerado por felicísimos; otros, que desde el principio los habian anatematizado, los maldecian y llenaban de oprobios.» Oigamos mas bien las sentidas quejas de Alvaro en su Indículo luminoso: ¿Nonne ipsi, qui videbantur columnæ, qui putabantur Ecclesiæ Petræ, qui credebantur electi, nullo cogente, nemine provocante, judicem adierunt, et in præsentia cinicorum, imo Epicurorum Dei Martyres infamarunt? ¿Nonne Pastores Christi, Doctores Ecclesiæ, Episcopi, Abbates, Presbyteri, Proceres et Magnati hæreticos eos esse publice clamarunt? ¿Et quos in Catholica fide natos, et matris Ecclesiæ uberibus nutritos noverunt, meretricio concubitu, et adulterorum cibo pastos esse firmarunt? ¿Et est ne aliquis de flagello qui adhuc conquirat digne, cum causam ipsius videt flagelli?
Después de algunas frases que entre ambos mediaron, Arturito empezó a dar sentidas quejas de recibimiento tan frío. Ella entonces, con el incontrastable imperio que tenía sobre él, le cortó la palabra, y sobre poco más o menos, pronunció las siguientes, que casi podemos calificar de discurso: Días ha, mi querido Arturito, que tengo la conciencia muy escrupulosa y atribulada.
Concediéndome que había verdades noblemente sentidas en lo que acababa de decir, me recomendó que reflexionase sobre el origen y los efectos de esas conveniencias morales, por otra parte tan respetables por la autoridad que han ejercido sobre nuestros antepasados, y por la consagración casi religiosa que han recibido de los siglos, cuyo juicio definitivo es, en último análisis, toda la razón social, añadiendo, con el tono de una resignación modesta, y no de una convicción imperiosa, que el deber del buen ciudadano es someterse a las instituciones establecidas ni discutirlas, y que, puesto que la imperfección de los hombres les hace tributarios esenciales de ciertos errores sancionados por la necesidad o por el tiempo, el interés del género humano prescribe a los corazones rectos y sensatos el deber de plegar su razón a la conveniencia común.
Es pues escusado añadir que la esploracion quedó desde entonces paralizada. El Sr. D. José Caveda en su escelente Ensayo histórico, ya otra vez citado, se lamenta con sentidas frases de que no se conserve siquiera un solo vestigio que nos indique hoy el lugar que ocuparon los palacios de Azzahra.
Quieta es la superficie de sus aguas Si el viento no la agita con furor, Como tu frente es cándida y serena Si no la agita el soplo del amor. En el lecho pedroso do descansa Se deslizan sus aguas con quietud, Como tus horas corren no sentidas Por el sendero fiel de la virtud.
Nunca con alabanzas fementidas Incensaré las luces de tu faz, Solo palabras tiernas y sentidas En vez de incienso mentidor tendrás. No en la trípode de oro del poeta Belleza celestial te cantaré, Pero tendrás mi admiracion secreta, Y poseerás del corazon la fé. No te diré si es bella tu cabeza, Ni si tienes de Fidias el perfil, Ni si tu frente, cielo de pureza, Está cubierto con estrellas mil.
Y recordaba, sobre todo, aquella entereza de san Juan Crisóstomo, que supo desestimar los halagos de una madre amorosa y buena, y su llanto y sus quejas dulcísimas y todas las elocuentes y sentidas palabras que le dijo para que no la abandonase y se hiciese sacerdote, llevándole para ello a su propia alcoba y haciéndole sentar junto a la cama en que le había parido.
Si no hay pluma tan rápida que pueda seguir con su vuelo la elocuencia animada de un coloquio amoroso, menos contento quedara de su intento todavía si ensayara repetir punto por punto las primeras razones de dos amantes, que separados por largos días, de pronto se ven juntos por uno de tantos caprichos como tiene la fortuna; pues lo sentido de las quejas, pues el fuego de las razones, pues la inflexión de la voz, y la turbación, y el placer, y el desenojo, y los éxtasis y mil y mil otras nonadas tan fugaces como deliciosas, más bien son para imaginadas y sentidas que para concebirse y explicarse.
Termina el General Núñez fecilitando por ello al Ejército y á sus Jefes. A continuación hace uso de la palabra el general José de Jesús Monteagudo, Jefe de las Fuerzas Armadas. "Señores, dice: Yo quiero en nombre de las Fuerzas Armadas de la República dar á todos las gracias más sinceras y más sentidas.
Palabra del Dia
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