United States or Vanuatu ? Vote for the TOP Country of the Week !


Lo que el notario iba dejando en las habitaciones del primer piso aparecía misteriosamente en el desván, como si le hubiesen salido patas. Doña Cristina y sus sirvientas, obligadas á vivir en continua pelea con el polvo y las telarañas de un edificio que se desmenuzaba poco á poco, sentían un odio feroz contra todo lo viejo.

He dado en creer que su lectura será provechosa para la actual generación. Me ocurre preguntar: ¿Será interesante para ella este modesto libro que acaso peca de indiscreto? ¿No será acogido con menosprecio y risas burlonas? Yo quiero que los muchachos que ahora empiezan a vivir, sepan cómo sentían y pensaban los jóvenes de aquel tiempo.

Muchos de aquéllos, fatigados de admirar palmeras y caseríos blancos, acababan por volver las espaldas, refugiándose en los sitios más frescos y sombreados. Únicamente sentían verdadero interés por el país de su destino, la tierra de la esperanza, donde les aguardaba, según sus informes, la fortuna impaciente. Ellos iban a Buenos Aires.

Los ángeles que en el cielo no se sentían ni la mitad de lo felices que éramos nosotros, nos envidiaban nuestra alegría a ella y a . Pero nuestro amor era más fuerte que el amor de aquellos que nos aventajan en edad y en saber, y ni los ángeles del cielo ni los demonios de los abismos de la mar podrán separar jamás mi alma del alma de la bella Annabel Lee.

Todo el mundo pensaba que aquello no era anuncio de nada bueno. Sin embargo, aunque muchos sentían un gran temor ante la guerra, aunque las viejas levantaban las manos al cielo implorando a «Jesús, María y José», la mayoría de las personas pensaban en procurarse medios de defensa. En tales circunstancias, Juan Claudio Hullin fue bien acogido en todos lados.

Parecían tener ojos, ver el peligro, y saltaban con excesiva ligereza, sin aplomo para esperar, así que sentían las ondulaciones del aire cortado por el empuje de la fiera. Gallardo volvía contra el público la vergüenza del fracaso, la rabia por su repentina debilidad. ¿Qué deseaban aquellas gentes? ¿Que se dejase matar para darlas gusto?... Bastantes señales de loca audacia llevaba en el cuerpo.

Todos los días se organizaban nuevos paseos a caballo, en bicicleta, en automóvil o en coche. Por la noche se bailaba en el Casino o en alguna villa. Huberto no dejaba a María Teresa y acentuaba cada vez más su preferencia. El mes de septiembre estaba ya muy adelantado, y nadie pensaba en partir de Etretat. Todos sentían alejarse después de aquella estación que había corrido tan alegremente.

La juventud y el amoroso contacto de sus cuerpos acababan por desvanecer esta lluvia de lágrimas. Abrazábanse con los ojos todavía húmedos, sentían la necesidad de estrecharse, de hacer frente con mayor solidez a la desgracia, y los besos sucedían a los llantos, entregándose al amor con un resto de melancolía que proporcionaba a su placer nuevas dulzuras.

Todos los que en la ciudad se sentían tentados por el demonio de la literatura acudían á la Biblioteca para pedir consejo al ilustre maestro. Los recibía como amigos antiguos, y, arrastrado por su vehemencia verbal, dejaba pronto de ocuparse de ellos para hablar de su propia persona. Un día, el abuelo Hugo me dijo que....

Desnoyers y Argensola se encontraron en un café del bulevar cerca de media noche. Los dos estaban fatigados por las emociones del día, con la depresión nerviosa que sigue á los espectáculos ruidosos y violentos. Necesitaban descansar. La guerra era un hecho, y después de esta certidumbre, no sentían ansiedad por adquirir noticias nuevas. La permanencia en el café les resultó intolerable.