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Actualizado: 26 de septiembre de 2025


Los hombres estaban sentados en buena compañía, con unas cuantas monedas de plata sobre la mesa y una flaca bolsa de piel de gamuza en las manos. Están armando... algún juego. Ya se las arreglan contestó a Juanito y volvió a sus fricciones. Me gustaría ser mano y ganar dinero dijo reflexivamente Juanito, después de un corto silencio.

Alfonsito tenía pasión por los carros de mudanza. Ver uno de estos en la calle era su mayor delicia. Todo le entusiasmaba, los forzudos caballos, aquel cajón donde iba una casa, los espejos colgados debajo, y por último, aquellos gandules de blusa azul que iban sentados arriba, dormitando al lento vaivén de la máquina.

30 Y he aquí dos ciegos sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros. 32 Y parándose Jesús, los llamó, y dijo: ¿Qué queréis que haga por vosotros? 1 Y como se acercaron a Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de las Olivas, entonces Jesús envió dos discípulos,

Permanecimos sentados más de una hora en ese gran salón, cuyo mismo esplendor respiraba misterio. La señora Percival, la agradable dama patrocinadora y compañera de Mabel, viuda de cierta edad de un cirujano naval, entró donde estábamos nosotros, pero pronto se retiró, completamente trastornada, al tener conocimiento del trágico suceso.

Afuera, la viuda y los hijos, con la resignación de una desgracia luengamente esperada, medían copas y atendían a los parroquianos sentados en las inmediaciones del ventorrillo. Los gañanes de Matanzuela bebían, formando un gran corro. Don Fernando, de pie en la puerta de la choza, contemplaba la vasta llanura, sin un hombre, sin una bestia, con la monótona soledad del domingo.

Y ella respondió: Esta mujer me dijo: Da acá tu hijo, y comámoslo hoy, y mañana comeremos el mío. El día siguiente yo le dije: Da acá tu hijo, y comámoslo. Mas ella ha escondido su hijo. 31 Y él dijo: Así me haga Dios, y así me añada, si la cabeza de Eliseo hijo de Safat quedare sobre él hoy. 32 Y Eliseo sentado en su casa, y con él estaban sentados los ancianos; y el rey envió a él un varón.

Alguien había trastornado profundamente la vida de la Presa. Al otro día notó también un gran cambio en los grupos que trabajaban junto al río. Los obreros dependientes del contratista estaban sentados en el suelo, fumando ó dormitando. Algunos de origen español canturreaban, tocando palmas y mirando á lo lejos, como si contemplasen la patria lejana.

Los relojes estaban locos indudablemente, lo mismo que su cabeza, que parecía dar vueltas, siguiendo el ritmo de una música dulce. Tuvo la sensación de que pasaron varias veces por el mismo lugar, andando y desandando el camino, sin saber lo que hacían. ¿Qué importaba?... Lo interesante era estar juntos. Hubo un momento en que despertaron, viéndose sentados en un banco de la plaza del Casino.

Los oficiales que lo componían estaban sentados detrás de una larga mesa, vestida de damasco encarnado, debajo de un dosel de terciopelo que, en otro tiempo, cuando no estábamos en república, había servido para dar realce y prestigio al retrato del monarca. Se hallaban presididos por el gobernador militar, quien se había empeñado en llevar de un modo rápido y violento el asunto.

Después de la cena se reunían todos en casa del padre, y mientras los cuatro hombres, sentados en tajuelas frente al fuego, departían gravemente sobre la faena del día siguiente, la madre y la hija, hilando un poco más allá, no perdían de vista á los niños que correteaban por la vasta cocina. Al cabo se rezaba el rosario.

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