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Una giganta del Norte se había llenado de colinas el delantal y las iba sembrando á iguales distancias para conocer un camino. Vichnú, que vió un día dormir á una muchacha bajo los ardientes rayos del sol, cogió una montaña y la sostuvo en equilibrio en la punta de un dedo para dar sombra á la hermosa durmiente. Este fué, según dice la leyenda, el origen de las sombrillas.

En esta época el cielo se cubre de parduzcas nubes, que luchando entre , efecto de sus encontrados fluídos, se desgarran con ensordecedor estruendo y continuado relampaguear, sembrando el terror en los habitantes, que á veces perecen á los efectos mortíferos del rayo.

Demasiado elevado, complicado e inabordable el primero, sólo ha descendido de las alturas y se ha dejado ver en muy contadas ocasiones, por los profetas elegidos al efecto, y allá en tiempos muy remotos; el segundo, en cambio, eminentemente democrático, anda suelto y sin aparato en la tierra, y se deja ver por todo el mundo en figura de hombre o de animal, sin ceremonias previas, en estado de gracia o de desgracia, sembrando gratuitamente el miedo y el terror.

Eso hicieron los de tu raza con el país en nombre de la religión, sembrando la ignorancia y la incredulidad, como tu fanatismo ha sembrado aquí la desdicha. He procurado contrarrestar el mal que causaba tu ateismo. Pepe rechazó vigorosamente la acusación del cura, y entonces sus frases ganaron en alteza lo que perdieron en naturalidad.

Este señor Aviraneta fue el que después adquirió celebridad fingiéndose carlista para penetrar en los círculos más familiares de la gente facciosa y enredarla en intrigas mil, sembrando entre ella discordias, sospechas y recelos, hasta que precipitó la defección de Maroto, preparando el convenio de Vergara y la ruina de las facciones.

Los bandos en que se dividieron, y que tomaron por nombre á las parroquias de Santo Tomé y San Benito, donde las irritadas familias enemigas tenían sus casas solariegas, duraron cuarenta años, sembrando la desolación y el espanto en la ciudad y enrojeciendo muchas veces de sangre sus calles.

¡Ave María Purísima! exclamó el cura llevándose ambas manos a la cabeza . ¡Qué horror y qué sociedad! Otra víctima; la esposa de ese señor... Y usted tan fresca, sembrando muertes y exterminios por donde quiera que va... Esta frase de sermón aterró un poco a Fortunata. «Tendrá usted su castigo y pronto. La historia de siempre... ¡Qué mujeres, Señor, qué mujeres!

El mar, el poderoso mar, quizá demasiado soberbio, no quiere que el hombre le señale. El hombre ha cambiado mil veces la faz de la tierra sembrando ciudades, cortando montañas, haciendo excavaciones inmensas, barrenando istmos: pues bien, la superficie del mar está hoy como al dia siguiente de haber brotado del soplo de Dios, y así estará hasta el último y postrero instante del mundo.

Nosotros somos un pueblo de guerreros, y nos será fácil vencer á los ingleses, debilitados por una falsa concepción de la vida. El doctor hizo una pausa y añadió: Contamos además con la corrupción interna de nuestros enemigos, con su falta de unidad. Dios nos ayudará sembrando la confusión en estos pueblos odiosos. No pasarán muchos días sin que se vea su mano.

Y por otro balcón del lado derecho va la Prosperidad, coronada de espigas de oro y vestida de brocado de tres altos , bordado de las cuatro estaciones del año, sembrando talegos sobre muchos mentecatos ricos, que van en literas roncando, que no los han menester y piensan que los sueñan.