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Actualizado: 17 de junio de 2025
Hallábanse ambos esposos en el despacho particular del diplomático, vasta pieza decorada en otro tiempo con severa magnificencia, pero sobre la cual habían pasado los años sembrando manchas y desconchones, sombras y deterioros que la larga cesantía del magnate no había permitido hasta entonces restaurar.
Armó cien naves y emprendió la falda De España asir por las arenas solas Del mar, cuyo cristal ciñe esmeralda; Mas viendo en las colunas españolas La sombra del león, volvió la espalda, 1075 Sembrando las banderas por las olas. ¡Levantó la pluma el vuelo! DO
Y sin acordarse de estudiar, con la mirada vaga en el espacio estuvo pensando en la suerte de aquellos dos séres, el uno joven, rico, ilustrado, libre, dueño de sus destinos, con un brillante porvenir en lontananza, y ella, hermosa como un ensueño, pura, llena de fé y de inocencia, mecida entre amores y sonrisas, destinada á una existencia feliz, á ser adorada en familia y respetada en el mundo, y sin embargo, de aquellos dos séres llenos de amor, de ilusiones y esperanzas, por un destino fatal él vagaba por el mundo arrastrado sin cesar por un torbellino de sangre y lágrimas, sembrando el mal en vez de hacer el bien, abatiendo la virtud, y fomentando el vicio, mientras ella se moría en las sombras misteriosas del claustro, donde buscára paz y acaso encontrára sufrimientos, ¡donde entraba pura y sin mancha y espiraba como una ajada flor!...
Y aceptaba una copa, y luego otra, y al poco rato todo el ejército movíase con las filas incompletas, sembrando el camino de rezagados que se retardaban en las tabernas del tránsito. Marchaba la procesión con una lentitud tradicional, deteniéndose horas enteras en las encrucijadas. No apremiaba el tiempo.
Sus estómagos, poco habituados al pienso fuerte con que pretendían reanimar sus fuerzas, iban sembrando el pavimento de residuos humeantes y mal cocidos por una digestión anormal. Para montar esta miserable caballada, trémula de locura o próxima a desplomarse de miseria, necesitábase tanto valor como para hacer frente al toro.
Su cabellera de aurora, su andar majestuoso, el perfume que iban sembrando sus pasos, el brillo de un diamante en su diestra desenguantada, hicieron detenerse á sus espaldas á cuatro hombres morenos, de robustez cuadrada y rostros inquietantes, que se consultaron con voces roncas de ebrio.
La paz hermosa descendió á la tierra Sembrando su camino de oro y flores Apagando del genio de la guerra Con su aliento los rayos destructores. «¡Ah! dijo ella en el valor iguales «Hijos todos del mundo americano, «Pueblos, formad una Santa-Alianza «Y presentaos la mano.
Sí fuimos, aunque le hallamos muy ocupado á él, y á las señoras Pierides, arando y sembrando de sal todo aquel termino del campo donde se dió la batalla.
Eran un puñado de hombres contra un ejército; pero no cabían vacilaciones en aquellos momentos. El Capitán y los suyos avanzaron descargando los fusiles contra las espesas filas de los asaltantes, mientras el piloto, que se había quedado solo, disparaba la lantaca, sembrando la muerte con una granizada de hierro y de plomo. De pronto, los antropófagos se detuvieron en su formidable asalto.
2 Y les enseñaba por parábolas muchas cosas, y les decía en su doctrina: 3 Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar. 4 Y aconteció sembrando, que una parte cayó junto al camino; y vinieron las aves del cielo, y la tragaron. 5 Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y luego salió, porque no tenía la tierra profunda;
Palabra del Dia
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