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Actualizado: 8 de octubre de 2025
Entonces los trajes eran singularísimos. ¿Quién podría describir hoy la oscilación de aquellos puntiagudos faldones de casaca? ¿Y aquellos sombreros de felpa con el ala retorcida y la copa aguda como pilón de azúcar? ¿Se comprenden hoy los tremendos sellos de reloj, pesados como badajos de campana, que iban marcando con impertinente retintín el paso del individuo?
Alea jacta est!... Una vez entregados los sellos, imposible era colocarlos en su lugar y devolver los papeles, conservando copia de ellos, como había sido su primera idea, y hacíase preciso correr los riesgos de aquel audaz atentado, sin que hubiese ya lugar al arrepentimiento.
Quien viene a verte en la torre de los Siete Sellos, algún poder tiene, y quien te habla desde un ajimez , alto cien codos del suelo, algo tiene de las propiedades de las aves, y el poder y la belleza sólo se rinden al placer. ¡Oh, Nadir, qué inadvertido eres!
¿Pero los cuatro jinetes? preguntó Desnoyers. Los cuatro jinetes precedían la aparición del monstruo en el ensueño de Juan. Los siete sellos del libro del misterio eran rotos por el cordero en presencia del gran trono donde estaba sentado alguien que parecía de jaspe. El arco iris formaba en torno de su cabeza un dosel de esmeralda.
Y mientras se calzaba las pantuflas y se envolvía en una bata de abrigo muy bien enguatada, iba discurriendo que el modo seguro de averiguar de cierto lo que sobre el particular hubiera, era preguntar al tío Frasquito lo que había hecho de aquellos tres sellos que en el Grand Hôtel le había regalado.
Determinado ya el Emperador de recibir á Berenguer de Entenza, le envió á llamar muchas veces, que se decia estaba en Galípoli, y para asegurarle le envió sus patentes con sellos pendientes de oro, en que le prometia con juramento, que queriéndose quedar le trataria con buena voluntad, y ánimo amigable, y que cuando se quisiese ir no lo impediría.
Mirólos Jacobo por todos lados, sin muestra alguna de sorpresa, y con la misma habilidad y ligereza de antes, arrancó también los sellos de ambos: el primero contenía un gran pliego, escrito de letra menuda, marcados sus párrafos con números romanos en forma de artículos, y anotados varios de ellos al margen, por la misma letra gorda de la carta y el sobrescrito.
Nunca había reinado en el pueblo semejante fiebre epistolar, a juzgar por el número de contribuyentes que iban a pedir sellos y tarjetas postales. Sabe usted, hija mía, la vida es aquí muy barata decía con volubilidad la buena solterona; la manteca a una peseta la libra... ¿Las hojas de sellos?
Alborotóse el tío Frasquito, juzgando que le salían los tres sellos harto caros, y vencido al fin por las razones, vaticinios y amenazas de Jacobo, aprontó el dinero que le estafaban y despidió al compadre haciendo pucheros. Acrecentáronse sus temores al verse solo, sintióse malo y se metió en la cama, dando orden rigurosa de no recibir a nadie.
No que estuviésemos escribiendo todo el tiempo ni mucho menos; pero había otros quehaceres auxiliares del periodismo, que no por ser materiales dejaban de participar de su alteza: sea ejemplo el arte delicado de cortar, escribir y pegar las fajas, en el que sobresalíamos casi todos, y el no menos noble y exquisito de pegar los sellos con la propia saliva, en el que ya quedaban algunos rezagados, seco y exhausto el gaznate.
Palabra del Dia
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