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Actualizado: 8 de octubre de 2025


Un relámpago de sorpresa cruzó por las pupilas trasparentes y yertas de Sobrado; mas al punto se plegó su delgada boca, y diríase que le habían cerrado el semblante con llave doble y selládolo con siete sellos. Era otro Baltasar distinto del mancebo gracioso, halagüeño y felino de las horas veraniegas. Amparo notó que representaba diez años más.

Brillaban sobre su persona algunas joyas de valor, pues los hombres entonces se ensortijaban más que ahora, y lucía además los sellos de dos relojes. Su figura en general era simpática. Yo le miré y observé ávidamente, buscándole imperfecciones por todos lados; pero ¡ay!, no le encontré ninguna.

No puedes figurarte los sellos que han entrado en casa. Pero ya se va cansando la gente y vienen pocas cartas. ¿Pero el secreto...? No cuál es. ¿Y si..., de aquellas cosas que pasan..., resulta que no hay tal secreto...? Yo no ... Desde que tomó la casa en la calle de los Abades, donde vivimos, se ocupa de otras cosas. Escribe artículos en un periódico.

Formaron una sociedad de socorros mutuos para apuntarse la lección, ahorrarse trabajo al traducir, buscando juntos los significados en el diccionario y responder, al pasar lista, uno por otro: hasta llegaron a reunir en común la colección de sellos de franqueo que por entonces hacía todo chiquillo madrileño.

En pagarés de mil duros cada uno. El judío, después de vacilar, llenó los pagarés y puso los sellos. Si cobra usted advirtió de cada pueblo me puede usted ir enviando las letras. ¿No las podría depositar en los pueblos en casa del notario? , es mejor. Un consejo. En Estella no vaya usted donde el ministro de la guerra. Preséntese usted al general en jefe y le entrega usted las cartas. Eso haré.

No hay otra colección igual, es la primera de Europa decía el tío Frasquito abriendo el libro sobre el caballete con el ardor de un amateur que luce sus aficiones. Y se puso a repasar el índice, porque estaba el libro dividido en varias partes: sellos reales, nacionales, particulares y misceláneas. El tío Frasquito buscaba en la miscelánea, y dio al fin con ellos, en la página 117.

Luego que entraron en la casa de los PP., pusieron de su buena voluntad, y sin ser reconvenidos, en las manos y á los pies del cura las llaves, y todas las cosas pertenecientes al Gobierno, con los sellos del mando, que ya por algunos meses á beneplacito del pueblo los principales y caciques habian usurpado; prometiendo obedecer en todo, excepto el punto de transmigracion.

Aquí publicaremos las cartas de nuestras amiguitas: aquí responderemos a las preguntas de los niños: aquí tendremos la Bolsa de Sellos, donde el que tenga sellos que mandar, o los quiera comprar, o quiera hacer colección, o preguntar sobre sellos algo que le interese, no tiene más que escribir para lograr lo que desea.

El primero era D. Miguel, cura de la parroquia, anciano excelente aunque de cortísimos alcances, con quien se confesaba todos los meses, a quien daba sus ahorrillos para que los repartiese en limosnas a los necesitados, y con quien a menudo jugaba al tute. El corazón y la mente de doña Luz eran para el pobre cura el libro de los siete sellos.

Sellos masónicos. Marqués de Sabadell. Porque tenía la atención el coleccionista de apuntar siempre, junto al donativo, el nombre del donante. Apareció al fin la página 117... y el tío Frasquito miró a Jacobo estupefacto, y Jacobo al tío Frasquito horriblemente pálido.

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