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Actualizado: 3 de junio de 2025
Era un hombrecillo rechoncho, vigoroso, fiel a todos los ejercicios de su juventud, que tenía más fe en el juego de pelota que en los médicos, para conservar imperturbable salud. A los setenta años habíase casado, en segundas nupcias, con una joven noble y pobre, que le había hecho padre dos veces, y no perdía la esperanza de verse abuelo bien pronto.
No recuerdo quien dijo, tal vez fué Cervantes, que las segundas partes nunca fueron buenas; y yo confieso que me siento inclinado á aplicar el dicho á la Compañía de Jesús restaurada, desde 1814 hasta ahora.
El Directorcillo tuvo que vencer sin embargo varios inconvenientes, pues la comedia tenía tres majestades femeninas y cinco princesas, y como solo podía disponer de dos de las primeras y tres de las segundas, de aquí que el hombre tuvo que comerse por buen componer unos cinco mil versos y sustituir no pocos nombres con otros.
Porque el cocinero mayor, aunque vive en el alcázar, no recibe en él á persona viviente. ¡Cómo! No recibe en su casa por dos muy buenas razones. ¿Y cuáles son esas buenas razones? La una es su mujer y la otra su hija; desde que su hija cumplió los catorce años nadie entra en su cuarto; y desde que se casó en segundas nupcias ha clavado las ventanas que dan á las galerías. ¡Bah!
Las puertas de las salas, las de las ventanas ó de los ajimeces eran de taracea, de talla moriscas ó pintadas: ejemplos de las primeras en las casas de Pilato en la de Alba y en el Alcázar y de las segundas en la sala de «Profundis» del Convento de Sta. Inés, de que más adelante hablamos.
Con este caso bien podía darse a entender, sin declararlo con la pluma, que, sin un milagro de Dios, de madre mala no puede nacer hija buena, porque aun sin contar con lo que influye en las inclinaciones de las segundas el mal ejemplo de las primeras, hay quien cree que los vicios se heredan como las escrófulas y la tisis.
La única distinción que pude encontrar entre moras y cristianas, era en que las primeras vestían faldas cortas y las segundas lo hacían de cola muy larga. En cuanto á los actores no puedo resistir la tentación de bosquejar á D. Bernardo Carpio.
Aljófar, que todavía cantaba porque aún tenía estómago insaciable que se lo exigía, entonó en letras de molde una silva de media vara, en que hubo más juegos de luz que en un «cuadro disolvente». Ni de las murmuraciones a escondidas ni de las alabanzas en público, tuvo noticias Luz; porque las primeras no se oían, y cuidó mucho su madre de ocultar las segundas con el sabio propósito de que desconociera su hija, mientras esto fuera posible, aquella mala costumbre de poner a las gentes en ridículo queriendo hacerlas un favor.
Ahora, la superstición, que no es más que un conocimiento falso de las cosas, es una forma de actividad de la mente muy pobre, sin duda, pero "más vale algo que nada" y de acuerdo con las leyes precitadas, la mente desarrollada por las primeras supersticiones, cuán lentamente lo fuera, creció, al fin, en alguna parte, lo bastante para excederlas, haciendo necesarias las segundas, después las terceras, y así sucesivamente, hasta culminar el género en el paganismo, el budismo, el judaísmo, el cristianismo y el mahometismo, que rematan la edad de la imaginación.
No, hombre no: éstas son tías... primas segundas de mamá... Por supuesto, te lo digo en reserva, porque si ellas supieran que yo ando propalando este secreto, serían capaces de asesinarme, ¿no es verdad, mamá? Pues que quieran o no respondió la brigadiera, son tus tías, y la menor pasa ya de los treinta. Oyes, Julia dijo Miguel hablando otra vez en voz baja. ¿Se te ha declarado ya ese...?
Palabra del Dia
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