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Actualizado: 23 de junio de 2025


Y la comparó al corte de una uña. Volviéndose a su embelesado padrino, que osó hablar de distancias y magnitudes siderales, le dijo con mucha displicencia: «¿Y qué tengo yo que ver con Júpiter?... ¿Qué me va a dar a Júpiter?». Bajaron a la calle de Segovia, ella delante, detrás él. «A ti te pasa algo... ¿Qué tienes? le dijo el maestro de Teneduría. ¡Qué le importa a usted!

Porque no puede ser cosa más justa que, pues Medina fué ocasión de que no se destruyese con la artillería á Segovia, Segovia sus pinares con que se repare á Medina.....»

Residió en casa de la cómica Jerónima de Burgos, madrina de Lope Félix, para la cual había escrito La Dama boba. Ya antes había vivido con ella en Segovia, en el viaje a que acabamos de referirnos. Siguió frecuentando el mundo de la comedia y participaba en los galanteos que rodeaban a Jerónima.

Pero tened, señores, por cierto, que pues Medina se perdió por Segovia, ó de Segovia no quedará memoria, ó Segovia vengará la su injuria á Medina..... Desde aquí decimos, y á la ley de cristianos juramos, y por esta escritura prometemos, que todos nosotros por cada uno de nosotros pornemos las haciendas y aventuraremos las vidas; y lo que menos es que todos los vecinos de Medina libremente se aprovechen de los pinares de Segovia, cortando, para hacer sus casas, madera.

Picó espuelas el diestro jinete, trotando hacia la calle de Toledo para tomar la de Segovia y seguir por la Ronda hasta incorporarse con sus amigos en la Puerta de San Vicente. Cuatro jóvenes de buen humor formaban con Antonio Zapata la partida de ciclistas en aquella excursión alegre, y en cuanto divisaron a Ponte y su gigantesca cabalgadura, saludáronle con vítores y cuchufletas.

Su sangre era limpia como el diamante. Además, estaba destinado a recibir uno de los más opulentos mayorazgos de Segovia. Pensó sin inquietud en los mancebos de las otras familias, demasiado seguro de no ser sobrepujado por ninguno de ellos en saber, en ardid, en denuedo. La gloria volvía a sonreírle cual una esclava impaciente y desnuda, ofreciéndole sus brazos, su fascinación y sus cantares.

Después de haber sufrido una grave enfermedad que puso en peligro su vida, y muerto su padre, Juan de Salinas se dispuso á regresar á España, permaneciendo cuatro años en Segovia y fijando al cabo su residencia en Sevilla, de donde por tan largo tiempo había faltado.

En efecto, la quinta del conde de Lemos era una hoguera. Oblíganme dijo Quevedo , malo me hacen culpas ajenas; la maldición me sigue; pero pica, Juara, pica, que me importa llegar á Madrid cuanto antes. Pero calla, que oigo los cuartos de un reloj da la villa que nos trae el viento. ¡Las nueve! dijo Juara. Pues pica largo, y gracias que aún están abiertas las puertas; enderecemos á la de Segovia.

En las cámaras y tarbeas de los palacios, alcázares y casas que Isabel I tenía en Aranjuez, Granada, Sevilla, Toledo, Toro, Tordesillas, Segovia y Medina del Campo, hubo, según consta del inventario formado a su muerte, al pie de cuatrocientos sesenta cuadros, casi todos de devoción; y doña Juana la Loca dejó treinta y seis, sobre los que heredó de su madre.

La doncella sentía por él invencible repugnancia; pero incapaz de afrontar el ánimo recio de su padre, se resignó a ser ofrecida como tributo de aquella ejemplar amistad, que era ya citada por todos en Segovia.

Palabra del Dia

rigoleto

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