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Actualizado: 7 de mayo de 2025
¡No seas bruto! ¡Si es inútil! respondió su camarada, adivinándole los pensamientos. No, si ya lo sé; pero me están saltando los dedos.
Mas la Valdivieso, riendo como una loca, le dijo: Pero, mujer, no seas tonta, póntelos... Lo tomarán por una originalidad, y mañana tienes ya la moda en planta. ¡Pues es verdad! exclamó encantada Currita.
De que seas capaz de creer eso que dices, respondió Nieves más serena ya . ¡
Es verdad, hombre; tiene gracia que seas tú quien me lo recuerde. En marcha. Luego añadió, dirigiéndose al sacerdote músico: Don Luis, su misa es a las ocho. Ya hablará después de sus cosas con Gabriel. Ahora, a la obligación. Hay que sacar para los postres, como usted dice, ya que en estos tiempos del demonio apenas si da el cargo para comer.
Tú no sabes lo que me hace sufrir la duda de que no seas toda mía en cuerpo y alma, de que permanezca escondida en el fondo de tu corazón una pequeña inclinación, una leve simpatía germen de amor hacia otro hombre. ¡Pero no puedo! La duda se me ofrece siempre como un fantasma delante de los ojos. No puedo apartarla de mi presencia.
Templa, pequeño joven, templa el brio Y subjeta el valor tuyo y pequeño Al mayor de mi honroso poderio. Que desde aqui te doy mi fe, y empeño Mi palabra, que solo de ti seas Tú mismo el propio y conocido dueño. Y que de ricas joyas y preseas Vivas lo que vivieres, abastado, Como yo podré darte, y tu deseas, Si á mi te entregas, y te das de grado.
En medio del silencio nocturno que parecía cernerse sobre la casa, se oía claramente el murmullo de los cercanos pinos como arpas eólicas tañidas por el viento. Vamos, no seas así, padre, pues pronto me voy a poner bueno. ¿Qué hacen esos hombres ahí fuera? El viejo entreabrió la puerta y miró distraídamente.
Algún obrero viejo marchaba solo al lado de un hospiciano. ¡Pobrecito! No tenía madre; estaba, en su desgracia, peor que los otros. Su mano callosa, cubierta de escamas del trabajo, acariciaba las mejillas infantiles, mientras la cara barbuda miraba a lo alto, pensando en que los hombres no deben llorar. Toma un perro gordo: lo guardaba para «un quince»... Que te apliques... que seas bueno.
Sus pies se asentaban en el suelo con firmeza varonil, tranquila y segura de la nueva fuerza que se desarrollaba en su interior. Cuando una caricia de él le recordaba su condición de mujer, decía siempre lo mismo: ¡Qué suerte que seas extranjero!... ¡Qué dicha verte libre de la guerra!
Pero no le dio tiempo el guardia a regocijarse, porque otra vez apareció por el arroyo adelante. En vez de fusil, traía dos naranjas en la mano derecha. «¡Eh, Marianín! gritó inclinándose para verle mejor y mostrarle lo que llevaba . Sal; no seas tonto. No te haremos nada... ¿Ves? Si sales, te doy estas dos naranjas». Pecado dio un salto hacia fuera y se arrojó en brazos del guardia.
Palabra del Dia
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