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Mauricio soltó su presa y dijo en un tono que no admitía réplica: Nos vamos mi mujer y yo. Usted va á conducirnos hasta el extremo del parque; allí quedará libre y no tendremos nada que temer de usted ni de los suyos. Vaya usted delante y al menor intento de despertar la alarma, no le dejo hueso sano.

Su madre quería llevar las cosas a sangre y fuego; tenía a pecado imperdonable las blanduras y contemplaciones de su marido. «Cortar, cortar por lo sano, antes que la gangrena lo inficione todoDon Santiago la recordaba su obligación de ser clemente con su hijo, sin dejar por eso de ser madre celosa y justa: llevando las resistencias tan a punta de lanza, hasta podía enfermar el pobre chico con la batalla que traía en la cabeza.

El autor debe decir, que tal maña se dió Quevedo, que curó á los dos esposos completamente, á él del recuerdo de Dorotea, á ella de sus celos. Atemos los últimos cabos. Don Rodrigo Calderón sanó al fin de su herida, y como era necesario al duque de Lerma, éste se guardó muy bien de mostrarse enojado con don Rodrigo.

Pero tengo la seguridad de que si llegara á enamorarse de veras, sin frases, sin embustes pasionales, su afecto sería más sano y profundo que el de los otros hombres.... Mi amiga la doctora dice que son ustedes un pueblo crudo, que sólo ha tomado en apariencia las nerviosidades, desequilibrios y cabildeos que acompañan al amor en otros países civilizados hasta el refinamiento.

Y luego tanta gente reunida en una casa... ya se lo decía á la señora Rafaela, no puede ser sano. En cambio, el señor conde igual que hace once años. La verdad es que su cara no podía perder. Toda la vida fué descolorido como la fruta de invierno. ¡Qué diferente de su padre, que en paz descanse! ¡Aquél que era un mozo como una plata!

Jacinta siguió hablándole en un tono dulce, tiernísimo, y más bien parecía una madre que una amiga. «¡Cuánto nos alegraríamos de verle a usted bueno y sano, y qué fácil sería con buena voluntad!... Porque lo que usted tiene no es más que malas ideas. Así me lo dijo su primo, y viene bien esta opinión con lo que yo creía.

Nieves, a todo esto, no sabía si reírse o si apenarse, porque lo cierto era que nunca había oído ni visto a su padre hablar de aquel modo ni de aquellas trazas; y así sucedía que tan pronto enseñaba los dientecillos prietos y esmaltados, como fruncía el entrecejo o carraspeaba sin necesidad; pero sin apartar la mirada, entre curiosa y tímida, del ojo sano y algo cobardón de su padre.

La hija menor de don Mariano había atravesado por una terrible crisis, que nadie sospechó siquiera en la casa. Mientras duró se hizo un poco arisca en el trato, más inquieta, más seria y reservada. Pero al fin su espíritu firme y su temperamento sano y equilibrado salieron vencedores.

El Argentino toma, pretendiendo En él hacer aguage de camino: Del Estrecho la vuelta va siguiendo; Un temporal deshecho sobrevino, Con fuerza sus navíos sacudiendo: El huracan, tormenta, torbellino, A la costa una nave sin antena Entregan desrumbada en el arena. Tomando, pues, su gente el Luterano En una sola nave, con osado Y valeroso pecho, y viento sano Al puerto de Leones ha llegado.

Tenía puerta para la escalera de la Cava, y usando esta puerta Plácido se ahorraba treinta escalones. El domicilio del hablador era un misterio para todo el mundo, pues nadie había ido nunca a verle, por la sencilla razón de que D. Plácido no estaba en su casa sino cuando dormía. Jamás había tenido enfermedad que le impidiera salir durante el día. Era el hombre más sano del mundo.