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Actualizado: 2 de julio de 2025


Los dos barcos estaban á cincuenta metros el uno del otro y entre ellos los nadadores, tan próximos á ser presos por sus verdugos como recogidos por sus salvadores. ¡Alto! rugió de nuevo el vigilante, ú os echo á pique. ¡Pasad por encima! exclamó Marenval, que se inclinó en la proa, como para dar más autoridad á su orden. ¡Gahead! gritó el timonel.

Prólogo: «Como se acabaron los Cisneros, los Navarros, Loyolas, Ríos, Solanos, Ramírez, Tapias, Leones, Rochas, Salvadores y Christóvales, ¿qué han de hacer los Autores, sino, convertidos en Bolatines, remitir á las tramoyas las comediasCaramuelis Rhythmica. Editio altera. Campaniae, 1668, págs. 706 y siguientes.

Los vidrios de las ventanas y los blancos muros del remoto santuario de la Virgen; patrona del lugar, que está en lo más alto de un cerro, así como otro pequeño templo o ermita que hay en otro cerro más cercano, que llaman el Calvario, resplandecían aún como dos faros salvadores, heridos por los postreros rayos oblicuos del sol moribundo.

27 Y los entregaste en mano de sus enemigos, los cuales los afligieron; y en el tiempo de su tribulación clamaron a ti, y desde los cielos los oíste; y según tus muchas miseraciones les dabas salvadores, que los salvasen de mano de sus enemigos.

Y llevan sus influjos salvadores a los centros del lujo y monopolio a las chozas de humildes labradores, de los romanos Césares al solio; y hacen brillar sus célicos fulgores sobre el negro frontón del Capitolio, enclavando la Cruz con heroísmo en medio el corazón del paganismo.

Aquellos salvadores sólo le buscaban á él, abandonando á los demás. Perdió la noción del tiempo. Un frío agónico fué paralizando su organismo. Las manos ateridas y ganchudas se soltaban del madero, volviendo á agarrarse á él con esfuerzos supremos de voluntad. Los otros náufragos habían tenido la precaución de ponerse sus chalecos flotantes al iniciarse el hundimiento.

Llenos de gratitud, han divinizado el bosque protector. ¡Desgraciado de quien toque con el hacha uno de sus troncos salvadores! «Quien mata al árbol sagrado, mata al montañés», dice uno de sus proverbios. Y sin embargo, matadores de estos ha habido, y no pocos.

Sobre el montón de ruinas y cadáveres que queda del naufragio de la patria; del sepulcro en que duermen tantos mártires ¡emerge, oh juventud! írguete y anda... ¡Emerge, oh juventud! ya entre el celaje ríe la nueva aurora sospirada, que ayer empurpuraron con su sangre los genios salvadores de tu raza...

Soy vuestro esclavo: os seguiré donde queráis. Nosotros no tenemos esclavos respondió Van-Horn : serás nuestro amigo. Síguenos. Partieron a la carrera precedidos por el papú, el cual les abría camino apartando con cuidado las ramas y los bejucos que podían molestar a sus salvadores.

La avalancha de dolor se esparció por el castillo. A las pocas horas, todo él estaba ocupado; no había un lecho libre; las últimas camillas quedaron á la sombra de los árboles. Funcionaban los teléfonos incesantemente; los operadores, puestos de mandil, iban de un lado á otro, trabajando con rapidez; la vida humana era sometida á los procedimientos salvadores con rudeza y celeridad.

Palabra del Dia

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