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Actualizado: 30 de septiembre de 2025
¡Vaya Vd. con Dios, Padre! y desapareció bruscamente en la espesura. ¡Dios bendiga tu primer paso en la senda del bien, hijo! repuso en recia y conmovida voz el Cura, y salve tu alma, que pierdes entregándola á tus malas pasiones.
Y que cuando se hubiese de hacer algo por él, sería entretenerle en alguna isla remota, no para que haga algo, sino para que se salve, y aun dará cuidado que allí no haga daño.
¡Paris, fábula del mundo, fábula de tí propio; palacio por fuera, sepulcro por dentro, salve! Hace un mes que estamos en Paris mi mujer y yo. En este mes de noviciado y de aprendizaje, ¡cuántas cosas nos han sucedido! ¡cuántas sorpresas hemos llevado!
Las Hijas de la Salve, previa autorización eclesiástica, habían hecho dos fundaciones que eran como ramas de un mismo y santo árbol: la primera un colegio establecido en el convento, y la segunda una asociación devota, calcada en la organización de ciertas cofradías, pero con perfección suma.
Dicen que lo ha dicho él mismo. Sí, señor, fueron sus últimas palabras sensatas, advirtió Foja contradiciéndose. Dicen que dijo: « ¡El pan del cuerpo es el que yo necesito, que así me salve Dios muero de hambre!». A Orgaz hijo se le escapó la risa, que procuró ahogar con el embozo de la capa. Sí, ríase usted, joven, que el caso es para bromas.
Y le quitó á Clara el rosario de las manos, lo tomó y empezó á contar las cuentas una por una con tanta escrupulosidad, que empleó lo menos diez minutos en tan difícil operación. Después rezó una Salve, á la que contestó Clara con un Pater noster: las dos se miraron.
Reunidos, hacían el saludo y rezo, á que asistía el Rey. Las oraciones empezaban, cantando los pajes Ave María; después, por todos Salve Regina. Después un marinero de buena voz invitaba á la compañía á rogar á la Santísima Trinidad que se dignara conducir al Rey á buen puerto y le guardara de mal andar.
Señá Benina, ¿está usted en sus cabales? En ellos estoy, Teresa Conejo, como lo estaba cuando te presté los mil reales, y te salvé de ir a la cárcel... ¿No te acuerdas? Fue el año y el día del ciclón, que arrancó los árboles del Botánico... Tú habitabas en la calle del Gobernador; yo en la de San Agustín, donde servía... Sí que me acuerdo. Yo la conocí a usted de que comprábamos juntas...
Va usted a sanar en seguida.... Esta tarde le traeré yo, con toda solemnidad, lo que usted necesita, pero antes es preciso que hablemos a solas un rato. Y después... después... recibirá usted el Pan del alma.... ¡El pan del cuerpo! gritó con supremo esfuerzo el moribundo, irritado cuando podía . ¡El pan del cuerpo es lo que yo necesito!... que así me salve Dios... ¡muero de hambre!
¡Pues así Dios me salve! ¡La ha de haber y tres más, y si no por quien soy que os pongo a todos a cuatro patas y me lleváis a caballo hasta Cebre! Nada replicó Primitivo, incrustado en el quicio de la puerta. Vamos claros, ¿cómo es que no hay burra? Ayer, al volver del pasto, el rapaz que la cuida le encontró dos puñaladas.... Puede el señorito verla.
Palabra del Dia
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