Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 20 de octubre de 2025


Fue Guillermina muy parca en saludos y demostraciones de afecto, y luego, cuando se quedaron solas la señora de Rubín y la santa, esta no dijo nada de religión, ni mentó la virtud, ni el pecado, ni cosa alguna concerniente al orden moral. Habló de si la joven madre tenía o no mucha leche, y de si sentía esta o la otra molestia, con otras cosas pertinentes al estado en que se hallaba.

A los saludos de Maltrana respondía siempre con una inclinación de cabeza y un manifiesto deseo de huir. Además, como mujer no valía gran cosa: parecía enferma. La primera vez que se fijó en ella fue por las burlas de unas niñas elegantes que comentaban su palidez verdosa: «Ahí va esa de la opereta. Se le ha reventado la hiel y la tiene revuelta por todo el cuerpo».

Liette estaba en su estrecha oficina viendo, como en el día lejano de su llegada al pueblo, desfilar todo el mundo por delante del ventanillo; pero la curiosidad no era para ella, y, en lugar del irritante malestar de otro tiempo, Liette sentía ahora una dulce satisfacción de orgullo maternal al oír los saludos al joven capitán de los viejos y viejas que le habían conocido niño.

Y el recién llegado hablaba y hablaba, para satisfacer su curiosidad ansiosa de novedades. En la terraza del fumadero encontraron a todos los Kasper sentados a una mesa gravemente, como si celebrasen un consejo de familia. Frente a Nélida estaba un mocetón alto, tostado por el sol y de mirada dura. Maltrana pasó rápidamente mirando a otro lado, cual si quisiera evitarse saludos y presentaciones.

Todo el mundo decía que era una cosa sorprendente, puesto que el parentesco procedía por el lado del señor Osgood; y bien que la forma ceremoniosa de sus saludos no lo hubiera hecho suponer, había un afecto, una admiración recíproca entre la tía y la sobrina.

Los viajeros descendieron del coche, y entre saludos a la gente que les esperaba se dirigieron a la casa por un caminito del jardín, guiados por Melchor, que al entrar en las piezas les decía: ¡La sala... ya ven... hasta piano!... para ti, Ricardo, que eres tan aficionado... Sigan... éste es el escritorio del viejo... y alzando la voz gritó: ¡Baldomero!... haga traer luz; sigan, muchachos: el cuarto de mamá... estos dos son de las muchachas... éste no hay que presentarlo: ¿qué les parece?...

Gallardo contestaba a todos con su sonrisa de mueca, pero parecía no darse cuenta, en su preocupación, de estos saludos. A su lado iba el Nacional, el peón de confianza, un banderillero, mayor que él en diez años, hombretón rudo, de unidas cejas y gesto grave. Era famoso entre la gente del oficio por su bondad, su hombría de bien y sus entusiasmos políticos.

En el mismo mes de Julio, se presentó en Cavite el almirante acompañado del General Anderson, y despues de los saludos de cortesía, me dijo: Ha visto V. confirmado todo cuanto le he dicho y prometido. Qué bonita es vuestra bandera. Tiene un triángulo y se parece á la de Cuba. Me dará V. una de recuerdo cuando yo regrese á América?

Don Francisco de Sandoval y Rojas atravesó las antecámaras de palacio en medio de los más profundos saludos y de las reverencias más profundas de los cortesanos. Hasta allí todo iba bien: se le consideraba por los pretendientes, que son un barómetro, como señor omnipotente, en el pleno goce del favor del rey. Los ujieres se mostraron con él, y del mismo modo, profundamente respetuosos.

Después de las primeras preguntas y los primeros saludos, Priscila se volvió hacia Nancy y la contempló de pies a cabeza; después la hizo dar media vuelta para convencerse de que, vista de espaldas, estaba igualmente irreprochable. ¿Qué pensáis de estos vestidos, tía Osgood? dijo Priscila, mientras Nancy la ayudaba a quitar la saya.

Palabra del Dia

reclinándose

Otros Mirando