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Actualizado: 25 de julio de 2025
A la verdad, la riqueza no es una ventaja tal que no pueda hallar en este mundo ninguna especie de compensación, y supongo que un hombre que lleva á su mujer, en cambio de algunos sacos de oro, un nombre que ha hecho ilustre, un mérito eminente, una gran posición, un porvenir, no debe hallarse ahogado por la gratitud; pero yo tengo las manos vacías, y no tengo más porvenir que el presente; de todas las ventajas que el mundo aprecia, una sola poseo: mi título, y me hallaría demasiado resuelto á no llevarlo para que no pudiera decirse que él era el premio de la compra; en pocas palabras, yo recibiría todo y no daría nada: un rey puede casarse con una pastora, esto es generoso y encantador y puede felicitársele con razón; pero un pastor no puede casarse con una reina, porque no tendría el mismo efecto.
¡Hombre al agua! Al cerrar la noche, salió de Torrevieja el laúd San Rafael, con cargamento de sal para Gibraltar. La cala iba atestada, y sobre cubierta amontonábanse los sacos, formando una montaña en torno del palo mayor. Para pasar de proa a popa, los tripulantes iban por las bordas, sosteniéndose con peligroso equilibrio.
Regularmente se tienen empleados uno o más indios para cuidar cada especie de frutos o efectos de los que se trabajan o benefician; pero, con todo, es increíble lo que se desperdicia y pierde, ya sea por impericia o descuido de los mismos indios, o por abandono de los administradores. ¿Quién creerá que llegando a 2.000, y aun a más, las reses que se consumen cada año en un pueblo, se gasten todos los cueros de ellas en sacos y otros ministerios?
El padre, impaciente por verle, propuso que los llevasen á ellos á este sitio avanzado; pero su petición hizo sonreir al jefe y á los otros militares. No eran para visitas de paisanos estas zanjas descubiertas, á cien metros, á cincuenta metros del enemigo, sin otra defensa que alambrados y sacos de tierra.
Pero se tranquilizaba al considerar la solidez de la bóveda: vigas y sacos de tierra se sucedían en un espesor de varios metros. Quedó de pronto en absoluta obscuridad. Otro se había refugiado en el «abrigo», obstruyendo con su cuerpo la entrada de la luz: tal vez su amigo Desnoyers.
Montó en su cabalgadura, siempre con la carabina en la diestra, y uniéndose á su camarada fueron á situarse los dos junto á la tropilla de caballos, dispuestos á defender hasta la muerte las cargas de sacos y fardos que representaban la fortuna de la comunidad. Rojas pareció olvidarlos, acercándose á Watson para preguntarle con ingenua emoción: ¿Qué le pasa, gringuito?... ¿Le han matado?
Las paredes eran de madera, los muebles pocos y rústicos, y mezclados con ellos vió sillas de montar, aparatos de topografía, sacos de comestibles. Todo estaba revuelto y sucio en esta vivienda dirigida por hombres distraídos á todas horas por las preocupaciones de su trabajo. Torrebianca sonreía con una amabilidad humilde, aceptando las explicaciones de su amigo.
Los campos estaban perdidos; había allí mucho que hacer; pero ¡cuando se tiene buena voluntad!... Y desperezándose, este hombretón recio, musculoso, de espaldas de gigante, redonda cabeza trasquilada y rostro bondadoso sostenido por un grueso cuello de fraile, extendía sus poderosos brazos, habituados á levantar en vilo los sacos de harina y los pesados pellejos de la carretería.
En sacos; espero los cartuchos. ¿Y las bombas? Dispuestas. Muy bien, maestro... Esta misma noche parte usted y habla con el teniente y el cabo... é inmediatamente prosigue usted su camino; en Lamayan encontrará un hombre en una banka; dirá usted «Cabesa» y el contestará «Tales.» Es menester que esté aquí mañana. ¡No hay tiempo que perder! Y le dió algunas monedas de oro.
Y muy galán que era aquel emperador del cuento, que se metía de noche la barba larga en una bolsa de seda azul, para que no lo conocieran, y se iba por las casas de los chinos pobres, repartiendo sacos de arroz y pescado seco, y hablando con los viejos y los niños, y leyendo, en aquellos libros que empiezan por la última página, lo que Confucio dijo de los perezosos, que eran peor que el veneno de las culebras, y lo que dijo de los que aprenden de memoria sin preguntar por qué, que no son leones con alas de paloma, como debe el hombre ser, sino lechones flacos, con la cola de tirabuzón y las orejas caídas, que van donde el porquero les dice que vayan, comiendo y gruñendo.
Palabra del Dia
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