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Actualizado: 12 de junio de 2025
Cerca de la ventana permanecía arrollado el jergón con su almohada y sus sábanas, cama rústica que Margalida o su madre hacían todas las tardes. Jaime dormía allí con más tranquilidad que en su palacio de Palma.
Sólo variaba la postura, y para muchos ofrecía mayor seducción volver á la tierra de un modo fulminante, en plena embriaguez heroica, con una idea generosa en el pensamiento, que extinguirse lentamente entre sábanas, frente á una pared, manchado y envilecido por todas las suciedades de una materialidad que empieza á disgregarse.
Distínguense, además, por los atributos que en sus manos tienen: David lleva el arpa; Salomón, un modelo del templo, y Moisés, las Tablas de la Ley. Como los profetas hicieron vida áspera y penitente, y no se cuidaron mucho del primor y de la elegancia en el vestir, se llaman los ensabanados, porque sus túnicas y mantos están hechos con sábanas.
En realidad, la operación fué sencillísima: se redujo a abrirle el pecho y colocar en el sitio correspondiente el corazón de la joven. Y aquí debo consignar una cosa extraordinaria. Apenas había yo comenzado la operación, cuando aparecieron sobre las sábanas dos o tres rosas rojas, que fueron multiplicándose, hasta cubrir casi todo el lecho.
Pero el molimiento del cuerpo le hacía apetecer las gruesas y frescas sábanas, y omitió la letanía, los actos de fe y algún padrenuestro. Desnudóse honestamente, colocando la ropa en una silla a medida que se la quitaba, y apagó el velón antes de echarse.
Para mejor «quitarla el miedo,» entre Concha y ella inventaron una siniestra farsa capaz de aterrar a un hombre valeroso, cuanto más a una niña de seis años. Vistiéronse ambas con sábanas, dejaron la habitación a media luz mientras la niña dormía, pusiéronse unas caretas de calavera, y a media noche entraron dando gritos lastimeros como almas del otro mundo.
13 Mas si no me lo supiereis declarar, vosotros me daréis las treinta sábanas y las treinta mudas de vestidos. Y ellos respondieron: Propon tu enigma, y lo oiremos. 14 Entonces les dijo: Del devorador salió comida, y del fuerte salió dulzura.
Así era el mundo y ella estaba sola». Miró a su cuerpo y le pareció tierra. «Era cómplice de los otros, también se escapaba en cuanto podía; se parecía más al mundo que a ella, era más del mundo que de ella». «Yo soy mi alma», dijo entre dientes, y soltando las sábanas que sus manos oprimían, resbaló en el lecho, y quedó supina mientras el muro de almohadas se desmoronaba.
Entonces, pensando que aquel agujerito podría convertirse en observatorio peligroso para su honestidad, se levantó a oscuras y lo tapó a tientas con la punta de una toalla, murmurando al meterse segunda vez entre las sábanas: «¡Válgame Dios lo que es la vida! ¡Todo Madrid me ha visto medio desnuda en el teatro, y ahora tomo precauciones para que no me vea el único hombre a quien quiero...!»
Diógenes, muy postrado, con la repugnante cabezota hundida en las almohadas, tendidos ambos brazos sobre la colcha, y arrollando entre las manos las sábanas sin notarlo, comenzaba a sentir de nuevo aquel horrible sopor, aquel letargo siniestro que le había atormentado la noche antes... Adelantóse el fondista unos pasos, dejando la puerta entreabierta, y díjole en voz alta: Señor..., señor... Aquí tiene visita...
Palabra del Dia
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