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La condición inevitable y suprema de la tragedia es la «fatalidad»: distínguense, desde luego, lo trágico de la «situación», y lo trágico del «carácter». En ambos casos importa que la escena sólo pueda desenlazarse de «un modo», y que las voluntades presas en tal conflicto ó torneo, no puedan seguir más de un camino: inútilmente la razón aconseja y la prudencia y la ternura suplican juntando las manos; los acontecimientos continúan su curso, los personajes avanzan como autómatas empujados por la espalda. «¿Qué puedo hacer? ¿Qué debo hacer? ¿Qué necesito hacer?...» Esto se lo preguntaron Edipo, Orestes, Hamleto, Don Alvaro... ¡todos!... Pero sus dudas no aprovechan, sus reticencias también son vanas; callan lo que debieran decir, hacen lo que no quisieran hacer, y, como fuera de mismos, marchan hacia lo Inevitable, que es la desesperación, la muerte, la sublimidad en el horror.

Distínguense, particularmente por sus escenas patéticas, en las cuales resplandecen en todo su brillo estas cualidades suyas, las dos tituladas Pagar en propia moneda y La justicia en la piedad, llenas de bellezas poéticas de primer orden y de situaciones en alto grado patéticas, faltándoles tan sólo traza mejor ordenada en sus argumentos.

No merecen igual calificación las tituladas Sin honra no hay valentía, El secreto entre dos amigos y La misma conciencia acusa: distínguense en ellas algunas situaciones dramáticas felices y muchas escenas de efecto, aunque en su conjunto apenas se eleven sobre otras obras medianas del teatro español.

Distínguense, además, por los atributos que en sus manos tienen: David lleva el arpa; Salomón, un modelo del templo, y Moisés, las Tablas de la Ley. Como los profetas hicieron vida áspera y penitente, y no se cuidaron mucho del primor y de la elegancia en el vestir, se llaman los ensabanados, porque sus túnicas y mantos están hechos con sábanas.

Se ven en los bosques árboles gigantescos y de un follage el mas variado: distínguense allí entre los motacúes y otras plantas conocidas, unas hermosas palmas, llamadas de rosario , por servir sus cocos para hacer cuentas de rosarios. Esta palmera, cuyo tronco liso y derecho está coronado de grandes hojas graciosamente arqueadas, es sin disputa una de las mas elegantes.

Algunos hombres de buen ingenio, reflexîonando sobre la fuerza natural de raciocinar, observaron, meditando mucho en ello, el modo como el entendimiento procede con mas acierto en la formacion de los raciocinios. De esta observacion nacieron las reglas; y la junta de estas reglas formó el Arte; porque así como la observacion atenta de las obras de la naturaleza ha dado motivo para establecer máxîmas constantes en la Física, del mismo modo la observacion atenta de lo que executa el entendimiento raciocinando, ha dado fundamento al Arte Lógica. Es, pues, la Lógica artificial Arte de descubrir la verdad por el raciocinio. Como hoy los Filósofos se han extraviado mucho de la verdadera Lógica, es preciso aclarar mas este asunto. No es lo mismo la razon que el raciocinio: distínguense entre , como que la razon, aunque incluye raciocinio, se extiende á otras cosas que no lo son. Las primeras verdades, ó primeros principios del entendimiento humano son la razon fundamental de todas las cosas, y estos no pueden probarse por sylogismos, porque no hay otras verdades que puedan servir de premisas para formarlos; y si las hubiera (ademas de que no fueran ellas las primeras), serian menester otras para probar aquellas, y así seguiría hasta el infinito. Las verdades primitivas de cada ciencia particular pertenecen á la razon, y no al raciocinio. Así que el asegurar que la nieve enfria, que el fuego calienta, y las leyes primitivas, esto es, mas simples que guarda la naturaleza, observadas por nuestros sentidos, dan fundamento al juicio para formar las primeras nociones de que se compone la buena experiencia, la qual está fundada en la razon. De principios establecidos con la recta razon se forman los buenos raciocinios: por donde estos, así en la raíz; como en la extension, se han de considerar como fundados en la razon, aunque en cierto modo diferentes de ella. Conviene tambien entender, que cada Arte científica tiene sus propios principios, y verdades fundamentales por donde se gobierna; de modo, que el que no esté instruido en ellas, nunca se debe tener por períto en aquel Arte. La Teología natural (nombre que daban los Gentiles á sus discursos sobre la naturaleza de Dios) mira como principios las luces primitivas del entendimiento sobre la Divinidad: la Teología christiana, sin despreciar la Teología natural, añade por principios lo que Dios ha revelado por las Divinas Escrituras, y por la viva voz que conserva la Iglesia en las tradiciones Apostólicas. La Jurisprudencia tiene por verdades fundamentales lo que el entendimiento descubre tocante al Derecho Natural y de Gentes, y las Leyes justas que los Príncipes establecen en sus Dominios respectivos. La Física en todos sus ramos tiene por verdades fundamentales lo que llega á saberse de la naturaleza por racional experiencia. La

Sus comedias religiosas, á lo menos, apenas merecen la más ligera alabanza: distínguense por su falta completa de buen gusto, por el absurdo y exagerado misticismo, peculiar de ordinario de este linaje de composiciones, aunque sin la osada fantasía, que las sublima, conciliando lo extraño con lo maravilloso.

De los eclipses de Sol.= Distínguense tres especies de eclipses solares. Los demás son parciales, es decir que en ellos sólo se oculta una parte más ó menos grande del disco solar que aparece recortado.

Después de algunos momentos de absoluto silencio, y pasada la hora de la primera azala, procédese á la conduccion del augusto cadáver al cementerio del alcázar: concédese entrada franca al pueblo que recibió de su rey en vida tantas pruebas de amor y de justicia, y entre los que corren presurosos á presenciar el solemne entierro formando apiñadas turbas, se mezclan y confunden el Egipcio de piel tostada, procedente de Beja ó de Lisboa, el Emeseno que olvida la tierra del Líbano por la de Sevilla ó Niebla, el Palestino, descendiente de Filisteos, que habita en Medina Sidonia ó en Algeciras, el Persa de voluminoso turbante arraigado en la antigua Julia , el Asirio morador de la montuosa Elvira, el Kinserita que disfruta las minas y los pastos de Jaen, y el Damasceno que goza las preeminencias de Cortesano; sobresalen por sus ricos trages y por el privilegio de llevar el cabello largo recogido á un lado, los Cadíes de la capital y sus aledaños, distínguense los turbantes amarillos de muchos Judíos, y llaman la atencion por los lineamientos de sus bermejos semblantes no pocos Españoles de orígen godo, que habiendo nacido en la grey de Cristo, renegaron ¡oh mengua! de su religion, y seducidos por el interés sirven como mulados en el ejército musulman.