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Tárrega y Aguilar, ambos naturales del reino de Valencia, en donde , oh gran Apolo, príncipe de las Musas y de los versos, cuentas tantos vasallos, te suplican que concedas á sus comedias argumentos mejor desarrollados, y á sus quintillas más profundidad en sus tres primeros versos, no se crea que son sólo aquéllos una especie de lecho, destinado al descanso de los últimos versos.

La condición inevitable y suprema de la tragedia es la «fatalidad»: distínguense, desde luego, lo trágico de la «situación», y lo trágico del «carácter». En ambos casos importa que la escena sólo pueda desenlazarse de «un modo», y que las voluntades presas en tal conflicto ó torneo, no puedan seguir más de un camino: inútilmente la razón aconseja y la prudencia y la ternura suplican juntando las manos; los acontecimientos continúan su curso, los personajes avanzan como autómatas empujados por la espalda. «¿Qué puedo hacer? ¿Qué debo hacer? ¿Qué necesito hacer?...» Esto se lo preguntaron Edipo, Orestes, Hamleto, Don Alvaro... ¡todos!... Pero sus dudas no aprovechan, sus reticencias también son vanas; callan lo que debieran decir, hacen lo que no quisieran hacer, y, como fuera de mismos, marchan hacia lo Inevitable, que es la desesperación, la muerte, la sublimidad en el horror.

Suma de la tasa de esta obra, por D. Baltasar de San Pedro, escribano del Rey I 14 Suplican los indios Quiriquicas al P. Caballero se quede en sus tierras á predicarles la ley de Jesucristo II 25 Supersticiones é idolatrías de los indios I 270 Supersticiones de los indios Lules II 224 Temperamento, cualidades, usos, costumbres, ritos y supersticiones de los indios Chiquitos I 49

El vértigo, la grandiosidad, lo insondable, lo indefinido; masas de agua que se coloran, que chocan, que ensordecen; abismo que atrae y que fascina; transparentes trombas que se cristalizan, se retuercen, y por último se esparcen en gigantescas cabelleras, cuyos hilos de plata al rozar en la roca se descomponen y se elevan en tenues vapores; millones de preciosos cambiantes con los que se ilumina la granítica cárcel, en la que el Sumo Hacedor guarda una de sus más bellas creaciones; sombras queridas que forja la fantasía envueltas en transparentes encajes de espuma; tiernas evocaciones de otras edades y otros tiempos; gratas reminiscencias de seres amados; consoladoras fantasmas surgidas de las compactas brumas; misteriosos ruidos que suplican, amenazan, suspiran ó maldicen, es lo que instantáneamente se agolpa y embarga nuestros sentidos al llegar al borde de aquel abismo, en cuyo negro fondo truena la grandeza del Dios del Sinaí, recordando á los mortales el terrible Dios ira de los inmutables y eternos fallos.

En este estado se hallaba Roger cuando le tomaron los Catalanes y Aragoneses por General en la empresa que intentaban. Determinan los capitales su jornada, y suplican al Rey les favorezca.