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Se llegaba a olvidar del chiquillo que tenía entre las sábanas, y no quería enseñarlo a nadie, ni a su padre, por no revolverse ella y coger frío. Bonis no podía ver a su hijo sino en las ocasiones solemnes de mudarlo doña Celestina. De hora en hora lo cambiaba.

Entonces, todo va bien. Se subió al herido durante este tiempo y la joven volvió cargada de fundas de almohada, sábanas, mantas.... Sería preciso tratar de averiguar con quién nos las habemos, sin embargo, dijo la señorita Guichard, con un resto de desconfianza; porque, al fin, le hemos recogido en medio del camino y acaso es un vagabundo. No tiene absolutamente trazas de eso, dijo Herminia.

Correr a su lecho, registrar cobertores y sábanas, mirar por detrás de la cama, sondar los colchones y el somier, sacudir los muebles próximos, y poner patas arriba cuanta cosa había en el cuarto, fue obra de pocos instantes. ¡Pero nada! ¡nada! ¡nada!

Don Diego me tomó el dedo del corazón y, al fin, entre los cinco me levantaron, y al alzar las sábanas fue tanta la risa de todos viendo los recientes no ya palominos sino palomos grandes, que se hundía el aposento. Y mi amo, entendiendo hacerme bien, tanto tiró que me le desconcertó.

Vas a dormir me dijo mi tío paseando el farol sobre todos aquellos lujos , en la misma cama en que han dormido los Obispos de Santander y de León... ¿Eh? ¿qué tal? Que es gran honra para le contesté . Pero yo dormiría más a gusto en ella sin la colcha de damasco y las sábanas bordadas, principalmente sin la colcha. ¡Hombre!

Ahora dobla como yo..., así..., una punta con otra... Bien, ahora tira otra vez..., más..., más todavía... ¡Basta!... Ahora vuelve a doblar..., tira otra vez... ¡Bastante!... Acércate ahora a ... Trae... Esto corre ya de mi cuenta... Vamos a otra... Toma las dos puntas..., sacude bien y estira... Ten cuidado que ésta tiene guarnición..., no vayas a romperla... Estas son las sábanas de mamá y María.

Pues esperad que espere que llegue la noche, para restaurarse de todas estas incomodidades, en la cama que le aguarda, la cual, si no es por su culpa, jamás pecará de estrecha; que bien puede medir en la tierra los pies que quisiere, y revolverse en ella a su sabor, sin temor que se le encojan las sábanas.

En medio de todo, bendito sea Dios, que menos es nada... Conque a ello, Nieves... y tome usted antes otros dos sorbos de ron para rehacerse un poquito más... No insistiría, porque que le repugna este licor, si tuviera usted quién la ayudara en la tarea en que va a meterse; pero, desgraciadamente, tiene usted que arreglarse sola, y hay que cobrar fuerzas... Vamos, otro sorbito... y , Cornias, ¡listo a pasar un lampazo por estos suelos!... Vea usted bien, Nieves: sobre la mesa pongo, para que las tenga usted más a la mano, las sábanas, las toallas y las babuchas... Allí queda el capuchón impermeable; y la botella del ron para el uso que la indiqué antes y la recomiendo mucho, en este armario... Después se pasa usted a aquel otro banco que está seco, y se acuesta un ratito... Para su mayor tranquilidad, voy a correr las cortinillas de los tragaluces... No hay ojos humanos en el yacht capaces de un atrevimiento semejante; pero usted no tiene obligación de creerlo... ¿Ve usted?

Sólo que como no tengo costumbre de encamarme... Desde que pasé la fiebre amarilla en Cuba hace cuarenta años, no sabía yo lo que son sábanas a las cuatro de la tarde. ¡Qué ganas tenía de verte! Anoche me entró como una angustia... Creí que me moría sin dejarte arreglada una vida práctica, esencialmente práctica. Por lo que pueda tronar, te voy a decir lo que desde hace días tengo pensado.

Ya le pedía uno el alquiler de la casa, otro el de la espada y otro el de las sábanas y camisas, de manera que eché de ver que era caballero de alquiler, como mula. Sucedió, pues, que vio desde lejos un hombre que le sacaba los ojos, según dijo, por una deuda, mas no podía el dinero.