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Actualizado: 26 de septiembre de 2025
La pobre Catalina estaba aturdida, la alegría la abrumaba; sin embargo, resistió a la suave violencia de Marta, y rechazó el honor que se le ofrecía. Pero Federico la tomó por la cintura, Marta y Laura por los brazos, y de ese modo Catalina se encontró en el coche, sin saber cómo.
El tiempo mejoraba; la marea comenzaba a subir; las olas verdes y mansas iban cubriendo las rocas, y avanzaban cada vez más cerca de nosotros; el agua entraba por las aberturas de la proa del Stella Maris, se tendía por el plano inclinado de la cubierta y se retiraba con un suave murmullo.
Bonifacio era un hombre pacífico, suave, moroso, muy sentimental, muy tierno de corazón, maniático de la música y de las historias maravillosas, buen parroquiano del gabinete de lectura de alquiler que había en el pueblo.
»Y por la noche, cuando me acuesto, pongo el relojito sobre la mesilla: su andar suave resuena en la alcoba. ¡Mar-cha! ¡Mar-cha!, parece que me dice. Y yo marcho, Pepita; yo leo una muchedumbre de libros, yo emborrono una atrocidad de cuartillas, pero esa gloria tan casquivana no llega, no llega... »Adiós; escríbeme. «Pepita: Ya soy un periodista político terrible.
Cuando el hambre no aprieta, suele desdeñar el abdomen; esto es plausible. Ron pasea por la caja, camina boca arriba por el cristal, se deja caer y cae de pie con suave movimiento elástico. De cuando en cuando se frota los ojos con los palpos, con gesto inteligentísimo. A las moscas las percibe a 12 centímetros de distancia.
Su aparición en aquel traje solemne hizo temblar a Marta en los primeros momentos, pero luego, dominada por la necesidad, se puso de pie sonriendo y respondió al saludo de Mathys con suave amabilidad. Esta acogida amistosa alentó al intendente, que se aproximó triunfante, y le dijo con expresión ligera: Mi querida Marta, estáis sin duda sorprendida de verme en este traje, ¿verdad?
En los libros algunas veces había leído algo así, pero ¿qué vetustense sabía hablar de aquel modo? Y era muy diferente leer tan buenas y bellas ideas, y oírlas de un hombre de carne y hueso, que tenía en la voz un calor suave y en las letras silbantes música, y miel en palabras y movimientos.
¡Quieto! suspiró una voz tenue, de fantasma, una voz del otro mundo . Soy yo. Pero Ferragut había saltado cama abajo, avanzando las manos en la sombra. Tropezó con unos brazos desnudos y mórbidos, luego con la frescura suave de una carne envuelta en velos. Instintivamente llevó su diestra á la pared, y se hizo la luz.
Capítulo XIII. Donde se prosigue la aventura del Caballero del Bosque, con el discreto, nuevo y suave coloquio que pasó entre los dos escuderos
El paso de la Cordillera es mas suave, accesible, y no tan elevada como la que conduce á Santiago.
Palabra del Dia
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