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Actualizado: 22 de junio de 2025
¡Qué biblioteca tan lúgubre! Son obras de medicina, que tratan de las enfermedades del cerebro, de las lesiones del cráneo y de otros asuntos del mismo género; disertaciones filosóficas sobre la herencia de las pasiones: una Historia de los accesos de cólera y de sus terribles consecuencias, un Tratado del dominio sobre sí mismo, y una obra de Kant, El Arte de dominar por la voluntad los sentimientos mórbidos.
Al principio le hicieron llorar, más por la humillación que por su efecto físico; pero más tarde halló en esta misma humillación una nueva fuente de dulces y halagüeños placeres. Por una aberración que a nosotros sólo nos toca hacer constar, los golpes de aquellos brazos tersos y mórbidos, en vez de causarle dolor, evocaron en su natural fogoso un mundo de ignotas voluptuosidades.
Dorotea estaba transfigurada por el amor, por el sufrimiento, por la horrible decisión que á aquella casa la llevaba; su palidez mortal, la lucidez de su mirada, un no sé qué portentoso que emanaba de la dolorosa contracción de su boca, de lo grave, profundo y ardiente de su mirada febril; de aquellos hombros redondos, tersos, mórbidos, en que la vista parecía tocar una suavidad dulcísima; de aquel seno cuya parte superior no cubría el escote, agitado por una respiración poderosa, por un aliento de fuego; de aquellos brazos desnudos, modelados por Dios, de una manera tan bella, tan dulce, tan pura, que el cincel griego se hubiera detenido impotente al querer copiarlos; de todo su ser, en fin, emanaba tal magia, que la hermosura de Dorotea parecía divinizada, sobrenatural, hija de la imaginación, no real y efectiva; una de esas bellezas que se ven raras veces, que la mayor parte de los hombres no ven nunca, y que hacen creer al que las ve que han de desvanecerse como una sombra al ser tocadas.
La mirada de Quevedo, abarcando aquel cadáver afeado por la muerte, de que quedaban aún los hombros desnudos, redondos y mórbidos, y las maravillosas galas y las joyas deslumbrantes, tenía algo de espantoso.
Los caballos de nuestros équites, orgullosos de su estampa elegante, de sus lomos relucientes y mórbidos, caracoleaban sin cesar levantando nubes de polvo, felices por ostentar su recia musculatura a la luz de la mañana.
¡Quieto! suspiró una voz tenue, de fantasma, una voz del otro mundo . Soy yo. Pero Ferragut había saltado cama abajo, avanzando las manos en la sombra. Tropezó con unos brazos desnudos y mórbidos, luego con la frescura suave de una carne envuelta en velos. Instintivamente llevó su diestra á la pared, y se hizo la luz.
Hoy, aun pertenece al mundo, mañana ya pertenecerá a Dios; por eso hoy está deslumbrante de pedrería, su ropa brilla bajo las lentejuelas de plata, y cinco hileras de perlas rodean su cuello de alabastro; también hay perlas sobre sus brazos blancos y mórbidos, perlas y flores sobre sus bellos cabellos negros que sombrean su pálida frente. ¡Ved, qué cosa más conmovedora! ¡con qué amor y respeto mira a la superiora del convento de Santa María!
Sus ojos negros, brillantes, lucían mejor con este traje, lo mismo que sus cabellos de azabache. Había alzado las mangas del vestido y mostraba al descubierto unos brazos mórbidos y mejor torneados de lo que pudiera esperarse de su corta edad.
Palabra del Dia
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