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Actualizado: 20 de julio de 2025


Cuando la tenía suspendida a media vara del suelo, sintió ruido en la puerta. Volvió la cabeza aterrado, y un grito ahogado de vergüenza se escapó de su garganta. A la puerta estaban Osuna, D. Martín de las Casas y D. Peregrín Casanova. ¡Ya cayeron los tórtolos! gritó D. Martín con voz estentórea. El P. Gil dejó caer de nuevo a la joven y retrocedió, mirándoles con ojos de espanto.

La lluvia había crecido de una manera espantosa: un torrente bajaba por la Cuesta de los Ciegos y otro por la de los Consejos; la calle recogía estas dos vertientes y arrojaba hacia el puente un barranco fangoso. Ella continuaba sin ver; sentía que sus pies se enterraban en fango; el ruido era horrible.

La Regenta quiso distraerse, olvidar el ruido inexorable, y miró El Lábaro. Venía con orla de luto.

Que Calderón era un gran poeta; Y que yo soy lo que quieran mis lectores que sea. Esto escribía yo una noche que no tenía sueño. Eran las tres. Estaba en calzoncillos blancos y tenía frío. No tenía un cuarto y estaba desesperado. Un viejo reloj de pared me dejaba oír un monótono tic-tac. El ruido de un péndulo cuando se está en cierta disposición de ánimo, es un ruido que crispa los nervios.

Los ujieres, con gritos estentóreos de «un poco de silencio, señores s'il vous plait, du silence», no lograban tampoco dominar la agitación. La derecha vociferaba y hacía un ruido ensordecedor con los pies; la izquierda pedía a gritos: «la censura, la censura». Fue preciso amonestar seriamente a un imperialista, el barón Dufour, para que se restableciese el silencio...

Desde sus altos recodos veíamos los abismos inmensos en cuyo fondo se despeña el rio, iracundo y desbocado, despertando con el ruido de sus cascadas los mil ecos de las montañas.

Don Víctor no tuvo más remedio que volver a su cuarto por la capa. Se exponía a hacer ruido, o que el otro tuviera tiempo de venir y escalar el balcón entre tanto... pero a cuerpo no se podía estar allí. Se quedaría helado.

Contaban que á su Excelencia le habían dicho: Es menester que haya alguno para que quede en salvo el prestigio de la autoridad y no se diga que hemos metido mucho ruido para nada. La autoridad ante todo. ¡Es menester que se quede alguno! Queda uno solo, uno que, segun el P. Irene, fué criado de Cpn. Tiago... No hay quien le reclama...

El ruido era atronador; la nota grave y solemne de que he hablado antes, había desaparecido en las vibraciones de un alarido salvaje y profundo, el quejido de las aguas atormentadas, el chocar violento contra las peñas y el grito de angustia al abandonar el álveo y precipitarse en el vacío.

Su telar, en el que trabajaba sin reposo, había reaccionado sobre él, fortificando a su corazón el deseo de oír la repuesta de su ruido monótono. Y su tesoro, mientras estaba inclinado sobre él y lo veía crecer, conjuraría en su alma la facultad de amar, la endurecía y la aislaba como las monedas de metal que lo componían.

Palabra del Dia

buque

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