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Actualizado: 22 de junio de 2025
Al ver un rinconcito en que la nieve había cuajado en más abundancia, circundado de alto seto de rosal donde los árboles dejaban pasar por entre sus brazos, delgados hilos de luz, la generala se detuvo sorprendida y cautiva; un pensamiento extravagante cruzó por su cabeza y una sonrisa entreabrió sus labios.
El balcón caía sobre un huerto del mismo ancho que aquella fachada de la casa, y muy poco más de largo, con sus correspondientes inclinaciones hacia ella y hacia el río; una docena de frutales en esqueleto; un cuadro de repollos medio podridos; algunas matas de ruda, de mejorana y de romero; un rosal vicioso y en barbecho lo demás; un muro viejo para cercarlo todo; y por encima del muro, surgiendo las moles de un negro anfiteatro de fragosos montes, que allá se andaban en altura con el peñón de la derecha, que formaba parte de él.
Dicen que no trabajaba bien cuando no había visto por la mañana a «la hijita». El no le decía «Nené», sino «la hijita». Cuando su papá venía del trabajo, siempre salía ella a recibirlo con los brazos abiertos, como un pajarito que abre las alas para volar; y su papá la alzaba del suelo, como quien coge de un rosal una rosa.
los dos en mi vida pusísteis un mal: uno abrió una herida, otro abrió un rosal. Tu verdad, asceta, hizo de mi vida un inmenso crial; tu llanto, poeta, hizo de mi herida brotar un rosal. Sonríe, poeta del dolor, sonríe; ya tu ensueño de amores ha triunfado en una luminosa apoteosis al pié del tabernáculo.
Me parece que respiro con más libertad y me comparo con aquel pobre pajarillo que usted puso con un rosal en el interior de la campana neumática. ¿Recuerda usted? Cuando se le retiraba el rosal parecía pronto a morirse, y cuando se le devolvía parecía también que se le restituía la vida.
Sobre todo, un rincón había en la vega, donde la naturaleza, empeñada en vencer con su espontaneidad los artificios de la horticultura, logró reunir alrededor de un rústico pozo que suministraba muy fresca agua, dos o tres olmos más anchos que copudos, un grupo gracioso de mimbres, helechos y escolopendras, un rosal silvestre, algo, en fin, que rompía la uniformidad de la hortaliza.
Te lo dice esta fiesta de la Raza, Rosal de luz que en rosas se te enlaza; Y de onda a onda, en rebrincar mirífico Te lo clama vibrando en aureo cántico, Cristóforo Colombo en el Atlántico, Y Hernán de Magalhaes en el Pacífico.
Escogiose el terreno, que fue un camino de arena mejor resguardado que los otros por dos altos setos de rosal; midiéronse los sables; despojáronse los adversarios de los gabanes y levitas, quedando con el chaleco, en gracia del frío que hacía; colocóseles en su sitio con el sable en la mano: por último, el conde de Ríos, como la persona de más respeto que allí había, se colocó en el medio, alargó los brazos tomando con los dedos las puntas de los dos sables y se apartó diciendo con fuerte entonación: Señores, cumplan VV. con su deber.
Otro rosal trepador, de retorcidas ramas y rosas de color de té, subía por la fachada extendiéndose como una parra y daba al viejo casarón un tono delicado y aéreo. Tenía además este jardín, en el lado que se unía con la huerta, un bosquecillo de lilas y saúcos. En los meses de Abril y Mayo, estos arbustos florecían y mezclaban sus tirsos perfumados, sus corolas blancas y sus racimillos azules.
Como el rosal requería todo esto y no se hallaba reunido, he tenido que buscarlo por separado. CREMATURGO. Pues yo no me avengo. No quiero ser mantillo y nada más. ¡Adiós, ingrata! EUMORFO. Tampoco me resigno yo a ser una mariposa ininteligente, sobre todo cuando por amor tuyo me había puesto ya a estudiar filosofía. ¡Adiós infame!
Palabra del Dia
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