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Actualizado: 6 de junio de 2025


El poeta, pues, tiene en su mano los diversos hilos de este enredo: la rivalidad del Conde, del Duque y de César; el interés del último en no ser conocido del Conde, que lo cree muerto; después, la inclinación de Margarita á César, en lucha con su amistad á Serafina, etc.; pero estos diversos resortes no sirven, como sucede con frecuencia en las comedias de capa y espada, sólo para urdir una fábula divertida é interesante, sino para distinguir los caracteres y pasiones, en sus diversas fases, y ofrecernos un cuadro, en el cual se confunden, con las tintas más tenues, el amor y los celos, la tristeza y la risa, las ilusiones y la prudencia mundana; brillando, además, sobre todo este conjunto, el mágico resplandor de la poesía romántica más pura.

¡No conteste usted a esa pregunta! se apresuró a decir el presidente. Está bien expresó el defensor. ¿No es igualmente exacto que la testigo detestaba a todas las hijas de confesión del procesado, estableciendo con ellas una suerte de rivalidad? No conteste usted tampoco. Esa pregunta es tan impertinente como la otra.

¿Del conde? Yo hubiera creído lo contrario, y con razón... Miss Darling manifiesta tan claramente su preferencia, que no hay necesidad de ser gran psicólogo para leer en su corazón... ¡Y él! Carlos no piensa más que en ella; por esto quisiera evitar a toda costa un escándalo lamentable... Sin esa funesta rivalidad, ¿quién sabe?

Su orgullo, que luchaba con la frente erguida contra toda superioridad; que desafiaba la dignidad de la nobleza, la rivalidad de los artistas, el poder de la autoridad y aun la prerrogativas del genio, se dobló como un junco ante la grandeza y la elevación de la virtud. Poco después se levantó para irse; seguía lloviendo. Tiene usted un coche a su disposición le dijo la duquesa al despedirla.

Al ama le parecía tan mal como al excusador aquel plan, y en su interior llamaba «enredadora y liosa» a la beata; pero era tanto el gusto que sentía por verse desembarazada de ella, que calló y pasó por todo. Existía siempre entre ambas una rivalidad fácil de explicar.

Navarro dio un gran suspiro diciendo luego: Parecía que estábamos destinados a una rivalidad espantosa por toda la vida.... Un día, cuando ya éramos grandecitos, volvíamos de componer un aro de hierro en casa del tío Roque, y encontramos a Genara que salía de la escuela.... Aquí concluyeron los recuerdos.

A la mañana siguiente, si no había barricadas, ella y Estupiñá se ocuparían de eso. Poco a poco fueron desfilando. Eran las doce. Aparisi y Casa-Muñoz se fueron al Bolsín a saber noticias, no sin que antes de partir dieran una nueva muestra de su rivalidad.

Pero la Reina, con la propia condición de mujer, y más aún de la que vive retraída y desocupada, se complacía en saber todas las intrigas y sucesos, sobrando siempre damas de la servidumbre que se empleasen a porfía en averiguarlos y en contárselos luego. Pronto, pues, supo la Reina la rivalidad de Pedro Carvallo y de Morsamor, así como las coqueterías de doña Sol que la habían causado.

El Faro, en el número del jueves, después de insultar con rabia a los jefes del Camarote, «se metía» también con él llamándole maliciosa y torpemente Pericles. Colocados así, uno enfrente del otro, en feroz y perpetua rivalidad, El Faro y El Joven Sarriense emplearon útilmente sus columnas en injuriarse con más o menos descaro, según arreciaba o aflojaba la lucha.

Se aman y admiran a propios en los que, fuera ya de este peligro de rivalidad, tienen las mismas condiciones de ellos. Los miran como una renovación de mismos, como un consuelo de sus facultades que decaen, como si se viesen aun a propios tales como son aquellas criaturas nuevas, y no como ya van siendo ellos.

Palabra del Dia

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