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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Mira dijo con desabrimiento lo mejor es que te vayas. Antes has de oír lo que voy a decirte. Pues di. , sostengo que fuiste quien primero entabló nuestra rivalidad, no por eso desconozco que cometí después faltas graves, que te ofendí... ¡Lo confiesa el menguado!...

Dos diarios de la capital, siempre en escándalos á rivalidad, publicaban cada tres horas una edición con detalles nuevos sobre el Hombre-Montaña y sus costumbres, poniendo en boca del pobre sabio mentiras y disparates que le hacían rugir de indignación.

Algo más que el dolor de la esposa ultrajada vibró en los lamentos de Cinta. Era la rivalidad con aquella mujer de Nápoles que ella creía una gran señora con todos los atractivos de la riqueza y de un alto nacimiento; la envidia por sus armas superiores de seducción; la rabia por su propia modestia y su humildad de mujer casera.

Esos escrúpulos son dignos de tu caballerosidad, maestro queridísimo, pero son infundados... y si abrigas, como me parece comprenderlo, proyectos acerca, de la señorita de Sardonne, no tienes que temer, te lo repito, ninguna rivalidad por mi parte.

Luego se dirigió hacia la proa para levantar las anclas hundidas en el fondo del puerto. Estas anclas eran recuerdos venerables de la época posterior á Eulame, cuando las naciones, en implacable rivalidad marítima, se dedicaron á construir buques inmensos, fortalezas flotantes de numerosos cañones, guarnecidas por miles de combatientes.

Rivalidad, celos, todo estaba olvidado y arrebatado por el viento del ultraje hecho a su madre adoptiva, sacrilegio al lado del cual parecía todo mezquino y pueril a su culto filial. En aquel momento era hijo, nada más que hijo, y si de vez en cuando una blanca silueta que flotaba ante sus ojos endulzaba un poco su brillo metálico, era que le agradecía el haber ocupado tan bien su lugar.

El venerable pariente se encontraba demasiado joven para pensar en retirarse, y la rivalidad de su sobrino dio una agilidad a sus piernas que nunca había tenido. En resumen, el pobre muchacho fue tan mal recibido, se le pusieron tantos obstáculos en su camino, que, de puro desesperado, se volvió a París. Sus antiguos maestros le acogieron con los brazos abiertos y pronto tuvo una gran clientela.

Otra dificultad había, enteramente moral y más grave, la misma ante la cual se había detenido Ferpierre muchas veces: si la nihilista tenía conocimiento del amor de Florencia d'Arda por Vérod ¿cómo podía desear su mal? La rivalidad se explicaba en el caso de que la difunta hubiera tratado de detener al Príncipe a su lado: eso no había existido.

La luna, ya sin la rivalidad del sol, triunfaba tranquila en el cielo, y los árboles del bosque inclinándose unos á otros, se confiaban sus seculares leyendas en misteriosos murmullos, que trasportaba en sus alas el viento.

Y al día siguiente, en las últimas horas de la tarde, empezó á pasear por el bulevar de los Molinos, sin perder de vista el templo único de Monte-Carlo, lugar de devoción para los jugadores y la gente rica, que mantiene cierta rivalidad con la catedral del silencioso y aviejado Mónaco.

Palabra del Dia

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