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Y reanudó el poético murmullo, mirando la inquieta llanura de plata, sintiendo en un hombro la suave pesadez de Mina, que parecía ansiosa de un apoyo. La cubierta estaba solitaria. Todos los pasajeros permanecían en el salón de fiestas o en el fumadero. De tarde en tarde, risas, gritos y correteos en las puertas y escaleras.

Cuando yo paso por las crujías de palacio con mi caperuza y mi sayo de colores, todos dicen, y no reparan en que al decirlo hablan con el rey más que conmigo: ¡allá va el simple del rey! y... se ríen también; y vos os aprovecháis de las risas de todos que son vuestra mejor espada, y yo me aprovecho de las risas de los cortesanos que son mi único puñal.

Oyéronse risas, y la Nela se quedó como púrpura. ¡Que la Nela es bonita! exclamó Teodoro cariñosamente . Pues que lo es. Ya lo creo, y ahora que tiene su bigote blanco dijo Sofía. Pues que es guapa repitió Teodoro, tomándole la cara . Sofía, dame tu pañuelo.... Vamos, fuera ese bigote. Teodoro devolvió a Sofía su pañuelo después de afeitar a la Nela.

El hombre había sufrido una caída, derramando sangre, y a la vista de ésta, al oír las palabras del infeliz, menos sensatas aún que de ordinario, las risas crueles aumentaban: ella sola, como una hermana de caridad, había sabido atenderlo y curarlo.

Después de algún tiempo regresó al país la hermosa, vestida de española, con una pandereta de sonajas. Todos le decíamos: Ocúltate, porque te va a matar. Que si quieres, ¡matar! Volvieron a unirse muy tranquilos, y ella le ha enseñado a tocar la pandereta. Hubo una nueva explosión de risas. Sin levantar la cabeza, murmuró de nuevo el amolador desde su rincón: Cállate, tahonero.

Las mujeres sois todas unas... Bien lo que hacéis para tener siempre dinero. Los chicos me lo han dicho». Risas, azotes, lágrimas sucedieron a esta declaración; pero también paces al siguiente día.

Y todo esto era porque acababa de conocer á miss Margaret Haynes, una persona primaveral, cuyos diez y nueve años, alegres y graciosos, se desbordaban en risas, palabras musicales y gestos encantadores. Gillespie olvidó de golpe todo su pasado al hablar con esta adorable criatura. Creyó que su vida anterior había sido un ensueño.

Como se ha visto, gracias a una suprema inspiración, no lo fue tanto como se temió, pero lo bastante para empañar para siempre, en un minuto, el honor de su mujer y el suyo. Mientras se esparcía por los salones, entre cuchicheos y risas, la nueva de la desaparición de Juana, arrebatada por su marido, el señor de Maurescamp sentábase bruscamente al lado de su mujer en su cupé.

De una habitacion contigua salían ruidos de bolas chocando unas con otras, risas, carcajadas, entre ellas la voz de Simoun seca é incisiva: el joyero jugaba al billar con Ben Zayb. De repente el P. Camorra se levantó.

Pero, Celestina dijo Genoveva con una débil sonrisa, no es una perdición el casarse. , señorita aseguró Celestina; en los hombres es puro vicio y en las mujeres una torpeza... ¡Bueno!... Ya está la especie humana rápidamente juzgada exclamó Petra en medio de las risas de todas. Pues bien, Celestina añadió Francisca muy seria, encuentro que tiene usted razón.