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Mi padre, por lo tanto, retenía en su memoria los más insignificantes detalles de aquel edificio que cuando niño le había servido de casa de recreo y ahora de prisión. Cuando mi padre entró en semejante prisión, se figuró estar en su propia casa. Por fortuna, también, el carcelero había servido en su mismo escuadrón, y acostumbrado a respetar a su capitán, enterneciose al verle de nuevo.

Ella estaba perfectamente tranquila, alegre, confiada y retenía mi mano en la suya, no como la retiene un amante, sino como retiene una hija la mano de su padre, de quien ha estado separada muchos años. La contemplé durante algún tiempo sin perder ni un instante el cuidado de mismo, temiendo que una mirada, un accidente cualquiera la hiciese conocer el verdadero interés que me inspiraba.

Asomó en este momento por la verja dorada que dividía el zaguán de la antesala que se abría al patio, un hombre joven, vestido de negro, de quien se despedían con respeto y ternura uno de mayor edad, de ojos benignos y poblada barba, y un caballero entrado en largos años, triste, como quien ha vivido mucho, que retenía con visible placer la mano del joven entre las suyas: Juan, ¿por qué nació usted en esta tierra?

No sabíamos qué hacer: si echar a andar o esperar a que llegara la mañana. Por gusto, hubiéramos comenzado a marchar inmediatamente, pero nos retenía la esperanza de encontrar el bote visto el día anterior por Allen. Decidimos, por último, quedarnos, y estuvimos en aquel mismo sitio esperando a que se hiciera de día.

Y sencillamente Chemed tomaba la mano del inocente mozo, y la estrechaba entre las suyas y la retenía en cautividad, equilibrando el calor superior que había en las de ella con el calor que él tenía en su mano. Todavía se puso más interesante y bonito Mutileder cuando habló con efusión del eterno amor y de la fidelidad que él y Echeloría se habían jurado.

De todos los nombres que la señora Aubry había pronunciado al presentarlo, uno solo retenía su memoria: el de Huberto Martholl. A este joven que, la víspera, durante la comida, apenas había notado, porque le había parecido un mundano cualquiera, ¡con qué ojo investigador no lo observaba ahora!

Lo razonable, pues, era retirarse con sus aventureros, volviendo todos a Goa victoriosos y opulentos como nababos. Sólo un interés personalísimo retenía a Morsamor en Benarés. La bella Urbási había cautivado su alma.

Tan pronto como me advirtió, me lo devolvió con una sonrisa triste y echó a andar a mi lado sin decir nada. «Y bien le dije yo , ¿qué piensa usted de ese loco, de ese insensato cuyo solo nombre subleva a la señorita Eudoxia? ¿Le parece a usted tan odiosoAdela no me contestó nada, pero algunas lágrimas rodaron por sus mejillas y su mano tembló en la mía. «¡Oh mi buena Adela! exclamé yo , dichoso el corazón que sea el preferido del tuyo, ¡mil veces dichoso el hombre a quien ames!» Y llevé con pasión aquella mano que retenía a mis labios. «¡Qué hace usted, Gastón, señor Gastón! ¡qué hace usted, en nombre del Cielo!

No hubo tiempo para que el Conde hablase a Elisa, cuyos caballos, apartado el Conde que les estorbaba el paso, arrancaron con furia, a pesar del brío con que los retenía el cochero. Elisa tuvo tiempo, no obstante, para mirar, para examinar a ambas mujeres. Al punto adivinó quiénes eran. Cruel fué el resultado de su examen.

La misma idea que había tenido de pedir al carcelero una habitación en lo alto de la casa, para poder desde allí ver el tejado de la suya, la había tenido mi madre de subir con frecuencia al desván de su casita y sentarse allí a contemplar a través de su dolor y con los ojos humedecidos por el llanto, los muros de la prisión que retenía aquello que tanto amaba en el mundo.