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Actualizado: 7 de octubre de 2025
A las diez salimos del famoso Restaurant-Champeaux, y por señas que mi mujer y yo caminábamos sin decirnos oste ni moste. ¿Por qué tal silencio? Preguntará tal vez algun curioso. ¡Ay, lector, lector de nuestra alma! Ordinariamente no hablamos, despues que somos ... sorprendidos. La escena del Restaurant nos dejó mudos.
Ya de pié, preguntó al garçon, que podria ser hombre de cuarenta y cinco á cincuenta años, si recordaba algun convite célebre, dado en aquel establecimiento. He conocido varios, me contestó; pero el más lujoso fué el que dió, á poco de abrirse el restaurant, un embajador ruso á todo el cuerpo diplomático extranjero.
En efecto Ronzal, abusando de su cargo en la Junta directiva, acaparó lo mejor del restaurant, tomó por asalto el gabinete de lectura, quitó periódicos de la mesa y puso manteles, cerró con llave la puerta, hizo que entrara el servicio por una de escape que estaba cerca del armario de libros, y allí pudo cenar la flor y nata de la nobleza vetustense con sus paniaguados y amigos de confianza.
Y así, Azorín y Sarrió, sin admiradores molestos, dan unas vueltas por una plaza, husmean las tiendas, compran unos periódicos, y acaban por sentarse en la terraza de un restaurant, bajo el cielo azul, frente al mar ancho.
A veces se marchaba a comer al restaurant, y entonces llegaba triunfante a casa y decía en alta voz que aquel día se sentía admirablemente aunque no fuese verdad. Un día le preguntó a un amigo médico en el café: Dime, ¿es verdad que existen venenos lentos? Cualquier sustancia nociva es un veneno lento si se administra a la continua le respondió. Aquel día estuvo doblemente preocupado y caviloso.
Eran más de las once, y tuvimos precision de salir para almorzar. Almorzamos en un restaurant del boulevar de la Buena Nueva, á los cincuenta pasos de nuestra fonda, y nos volvimos para ver qué noticias nos daba Madama Ponteral. Esta pobre mujer habia subido a nuestra habitacion, y habiendo sabido que habiamos salido con el objeto de almorzar, nos estaba esperando en la puerta de su casa.
Sobre tí está Dios, Dios te aprisiona, como aprisiona las tempestades del Océano. Dios te ha puesto por barrera un espíritu, como ha puesto al Océano una playa. Salimos del Banco, y notamos que el restaurant Vefour no ha dejado nuestros estómagos muy satisfechos.
Este al día siguiente vino a enterarse de cómo había pasado la noche, y tuvo la amabilidad de conducirle hasta el colegio; al dejarlo a la puerta, le prometió venir a buscarle y llevarle a almorzar consigo. Y así fue; pero en vez de llevarle a la fonda donde alojaba, prefirió irse a almorzar al restaurant del Iris.
Ya nos prestarás un poco para hacer hervir el puchero. Hoy hemos comido bastante mediocremente. Si fuese rico, como lo seré dentro de un mes, os llevaría a cenar al restaurant.» La enferma y la moribunda adivinaron los secretos deseos del viejo.
Al bajar la escalera del restaurant, el viejo soldado se cogió del brazo de mi mujer, con esa perfecta posesion con que un padre ó un abuelo se coge del brazo de su hija ó de su nieta. Lejos de causarme inquietud ó embarazo alguno aquella buena fe cordial y espansiva, sentia veneracion y regocijo.
Palabra del Dia
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