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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Echome las manos a los ojos, y sujetándome por detrás: ¿Quién soy? gritaba alborozado con el buen éxito de su delicada travesura. ¿Quién soy? Un animal iba a responderle; pero me acordé de repente de quien podría ser, y sustituyendo cantidades iguales: ¡Braulio eres! le dije. Al oírme suelta sus manos, ríe, se aprieta los ijares, alborota la calle, y pónenos a entrambos en escena.
Discutían a gritos por el turno. ¿Quién da la vez? preguntaba al presentarse un nuevo carretero. Y al responderle el que había llegado momentos antes, colocaba sus cántaros junto a los de éste, con el propósito de repeler a trallazos cualquiera intrusión en el turno.
Me parece que sí no pude menos que responderle. Es claro. Así, pues, me va a permitir una pregunta, una sola. Todo lo que tenga de indiscreta, se lo explicaré en seguida. ¿Me permite? Todo lo que quiera le respondí francamente, aunque poniéndome al mismo tiempo en guardia.
De mí puedo decir que he de ir en pos de él hasta el pie del cadalso, sin pensar en mi propio interés ni en la razón o sin razón de su condena. Pronunció estas palabras con tal arrogancia, que su confesor y maestro creyó necesario arrugar el sobrecejo y levantar la cabeza antes de responderle.
Debió Jacinta preguntarle algo; sin duda la otra no acertó a responderle. La señora de Santa Cruz se acercó a la puerta que comunicaba con la otra sala. Entonces Fortunata, que se hallaba detrás, dijo: «Se ha quedado dormida».
Esto iba a responderle yo al mismo tiempo que me acercaba a su cama con Lita y Mari-Pepa, hechas un mar de lágrimas, mientras quedaba Facia arrimada a la pared del fondo con los brazos cruzados, la cabeza inclinada sobre el pecho y los ojos, secos, entristecidos e inmóviles, clavados en la faz cadavérica de su amo, cuando éste volvió a exclamar, pero con un brío inconcebible en su estado miserable: ¡Sabas! ¡Sabas!...
»Le dí las gracias por sus atenciones y le prometí responderle el mismo día fijando la fecha de mi partida. »Volví a casa muy preocupado, no sabiendo cómo darle a Magdalena tal noticia.
Pero Soledad, en vez de responderle, se dirigió en voz alta y tono jocoso á sus amigas, que marchaban delante. Andad más vivito, hijas, que llevamos paso de procesión. ¿Queréis pasar la noche al fresco? Cayéronsele al guapo las alas del corazón. En su vida se había sentido tan triste. Aún tuvo fuerzas para exclamar: Vamos, Soledad, olvida mis faltas.
Pasome por la mente la idea de aguardarla en el patio, pero la deseché pronto, considerando que el portero, que a la sazón estaba barriendo me preguntaría adónde iba y yo no sabría responderle ni siquiera explicarle a quién seguía, puesto que ignoraba el nombre de la joven.
Reciban, pues, señores, por vez postrera, el sincero testimonio de mi agradecimiento y mi cordial despedida. Habló con voz tan firme y con tal convicción que nadie osó responderle, y después de estrechar en silencio y con muestra de tristeza su mano, se alejaron respetuosamente todos.
Palabra del Dia
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