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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Cuando estés al pie de la escalera, espera un poco y luego haz como si hubieras olvidado algo, y entonces... entonces... No pude decir más, pues oía resonar en mí con demasiada violencia, ya como un sollozo, ya como un grito de alegría, estas palabras: «¡Te ha tenido en sus brazos!»
Al fin se llegáron á la primera casa del lugar, que tenia trazas de un palacio de Europa; á la puerta habia agolpada una muchedumbre de gente, y mas todavía dentro: oíase resonar una música melodiosa, y se respiraba un delicioso olor de exquisitos manjares.
Desde la sombra de los vestíbulos, donde estaban durmiendo, lanzáronse fuera los criados haciendo resonar con palos, horcas y bieldos todos los objetos de metal que encontraban a mano, calderos de cobre, palanganas, cacerolas. Los pastores hacían sonar el cuerno pastoril. Otros llevaban caracolas marinas, trompas de caza.
Yo le arremangaba la larga manga de la casaca de seda de color de hoja muerta, y hacía viajar mis labios devotos por la piel fresca de sus bellos brazos; y después, sobre el diván, enlazados, pecho contra pecho, en un éxtasis mudo, sentíamos las maravillas de cristal resonar eólicamente, las palomas azules arrullarse en los plátanos, y el fugitivo ritmo del arroyo murmurador...
Todos los que admiraban sus versos, incluso el glorioso Golbasto, tenían voces iguales á las de los otros humanos, y sus elogios eran siempre idénticos. Pero oirse alabar ahora por este trueno que venía de lo alto y que en el caso de ponerse el gigante de pie podía resonar hasta por encima de las nubes, representaba para Momaren una glorificación casi divina.
Aunque en el lugar es uso y costumbre, jamás interrumpida, dar una terrible cencerrada a todo viudo o viuda que contrae segundas nupcias, no dejándolos tranquilos con el resonar de los cencerros en la primera noche del consorcio, Pepita era tan simpática y don Pedro tan venerado y D. Luis tan querido, que no hubo cencerros ni el menor conato de que resonasen aquella noche: caso raro que se registra como tal en los anales del pueblo.
En la Villa del Río Quinto encuentra al valiente Pringles, aquel soldado de la guerra de la Independencia que, cercado por los españoles en un desfiladero, se lanza al mar en su caballo, y entre el ruido de las olas que se estrellan contra la ribera, hace resonar el formidable grito: ¡Viva la patria!
Tal es el objeto que me propongo en esta carta, y creo que lo conseguiré, haciendo resonar en el fondo de su conciencia aquella voz misteriosa que gritó á San Pablo, perseguidor de los cristianos: «Saulo, ¿por qué me persigues?»
Al comenzar la noche, un criado, para anunciar la comida, hacía resonar por los corredores, en su bocina de plata, a la moda gótica, una harmonía solemne. Yo, entonces, me levantaba y entraba en el comedor majestuoso y solitario. Una multitud de lacayos, con libreas de seda negra, servía, en un silencio de sombras que resbalan, las vituallas más raras y los vinos más costosos que joyas.
El joven atravesó la plaza de Armas y se encaminó en derechura al pórtico del alcázar sin detenerse un punto á mirarle, á pesar de que pertenecía al gusto del renacimiento y era harto bello y rico para no llamar la atención á un forastero; pero fuese que nuestro joven no se admirase por nada, fuese que le preocupase algún grave pensamiento, fuese, en fin, que comprendiese que es más fácil hacerse paso cuando se camina de una manera desembarazada, altiva y como por terreno propio, la verdad del caso fué que se entró por las puertas del alcázar como si en su casa entrara, alta la frente, la mano en la cadera y haciendo resonar sus espuelas de una manera marcial sobre el mármol del pavimento.
Palabra del Dia
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