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Actualizado: 3 de mayo de 2025
EL GITANO. Pero como vuestro gracioso soberano paraliza todas las industrias y prohíbe todo aquello que no deja fabricar, el contrabando se hace indispensable; los frailes lo explotan con Gibraltar, y los españoles pagan doble lo que podrían fabricar en casa. A mí me hace esto mucha gracia. EL FRAILE. ¡Execrable réprobo! yo... EL GITANO. ¡Basta, fraile, esas gentes te esperan!
En vano se habían hecho revoluciones en España y aclamado leyes liberales que reconocían la igualdad de todos los españoles; el chueta, al pasar a la Península, era un ciudadano como los otros, pero en Mallorca era un réprobo, una especie de apestado, que sólo podía emparentar con los suyos.
El réprobo se dejó ir aún un instante, hizo apagar todas las luces, y se puso al pairo a medio tiro de fusil del guardacostas, que continuaba disparando, y cuyos tripulantes, atentos, estaban agrupados sobre los empalletados. Se oían perfectamente las voces de Santiago y del valiente Massareo.
En cuanto me vio echada en el sofá de la sala, su cara se alteró y, en voz conmovida, reprobó a mi padre el haber cedido a mi capricho no llamando a Muret.
Ella tuvo que encargarse de dar toda clase de excusas y explicaciones a la poderosa familia. Desde entonces, la madre miraba a su hijo como a un réprobo.
Aunque Piar mostró su adhesion á semejante proyecto, la mayor parte de los jefes de division, asi como la oficialidad y la tropa, unánimes todos y conociendo los méritos de su verdadero jefe, manifestaron la firme resolucion de seguir á sus órdenes, y Bolívar reprobó pública y solemnemente la Asamblea de Cariaco.
Aquellos oficiales de calzón blanco y peto rojo, que con la espada al costado y el bicornio sobre el muslo escoltaban a Dios, tenían sin duda noticias de su existencia; alguno habría oído hablar de él, y tal vez guardaba su nombre en la memoria como el de un enemigo de la sociedad. ¡Y el réprobo repelido por todos, refugiado en un hueco de la catedral, como las aves aventureras que anidaban en sus bóvedas, era el que guiaba el paso de Dios por las calles de la religiosa ciudad...!
EL FRAILE. ¡De cuánta caridad cristiana no he de estar dotado para consentir en pasar días enteros con un apóstata, con un réprobo de la peor especie, y todo para purificar lo que tu herético y satánico contacto ha manchado; a fin de que los cristianos puedan servirse de esas mercancías sin temer la cólera del Cielo! EL GITANO. ¡Qué quiere usted, padre mío!
No había nada en el mundo más imponente que aquel espectáculo, que semejaba una aparición satánica; porque el profundo silencio de la tripulación del réprobo, su inmovilidad, el buque negro que, a los ojos de los españoles, que ignoraban que el gitano tuviese dos tartanas, parecía surgir del fondo del abismo en medio de oleadas de luz y de llamas, en el momento mismo en que la creían destruida para siempre; el rostro tranquilo y frío del condenado, cuya mirada tenía algo de sobrehumano, todo esto debía aterrorizar al desgraciado Massareo y a sus acólitos que no vieron en esta aventura pirotécnica más que el triunfo de Satanás.
Al escuchar aquella heroica narración, en que la intrepidez de Santiago se revelaba por primera vez, el capitán Massareo, que conocía perfectamente la cobardía de su segundo, no concebía un cambio tan rápido; pero, acordándose de la quijada de Sansón, de la burra de Balaam, y de tantos otros milagros, acabó por mirar a Santiago como un elegido a quien Dios había animado de pronto con un soplo divino, para darle la fuerza de combatir a un réprobo, a un hijo del ángel rebelde.
Palabra del Dia
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