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¡A bordo, hato de haraganes! ¿Vais a abandonar el trépang? ¡Desembarcad, o al primero que toque un remo lo mato como a un perro! Aquí nos quedamos nosotros, y aquí os quedaréis vosotros también. Es que los salvajes nos amenazan, señor dijo un cabo de pescadores. También amenazan a mi trépang, y no me da la gana de perderlo respondió Van-Stael . ¡A tierra, os repito!...

Allí cuento yo mis aventuras, y las adorno con detalles sacados de mi imaginación; pero las he contado tantas veces, que mi mujer me reprocha un poco burlonamente que las repito demasiado. A veces me preocupa la idea de si alguno de mis hijos tendrá inclinación por ser marino o aventurero.

No desconfíes de él, porque esto le resentiría, y te lo repito, el cariño de Juan, dentro de muy poco tiempo, puede valerte mucho. »Allá te le envío pobre de ropa y de bolsillo, pero muy hermoso, muy valiente, muy noble, casi sabio. »¡Ah! te advierto, para lo que te pueda convenir, que hace tres años vino aquí huyendo de ciertas malas aventuras, el docto y regocijado don Francisco de Quevedo.

Lo repito: feliz Colombia si consiguiera levantar su capital en las orillas del mar, el eterno vehículo de la civilización, en vez de mantenerla perdida en la región de las nubes, sin contacto con el mundo y sin acción directa sobre su progreso colectivo.

¿Por qué? dijo asustado el joven. Porque he visto, he visto, ¿entiendes? a la señora Casilda entrar... repito que lo he visto... en casa de Esteven. ¡Tiíta Silda en casa de Esteven! exclamó Quilito, tan sorprendido que dió un salto y casi fué a dar de bruces en la hoguera.

Repito que era en Febrero, y aunque no puedo precisar el día, afirmo que corrían los principios de dicho mes, pues aún estaba calentita la famosa respuesta: «La ciudad de Cádiz, fiel a los principios que ha jurado, no reconoce otro rey que al señor D. Femando VII. 6 de Febrero de 1810».

Te lo repito, Juan, eran sus más ardientes votos; no puedes haberlo olvidado. No, no lo he olvidado; pero si mi padre me ve, y si me oye, estoy seguro que me comprende, y me perdona, pues es por él... ¿Por él?...

Sepamos cuándo... ¿Cuándo? Para ayudar a usted necesito pedir licencia con anticipación. Es verdad. Pues bien. Antes me arrancaré la lengua que revelarle a usted todavía el lugar y la persona... Ni yo quiero saberlo: lo que me importa es la hora... Es cierto... Bien; repito que ni lugar ni persona los sabrá usted. Diré únicamente...

La prueba de ello, si no te basta mi palabra, la hallarás en mi testamento, hecho a las puertas de la muerte, cuando el primer ataque de esta perra enfermedad... Te repito que me dejes hablar a solo hasta que se acabe todo lo que quiero decirte.

Aun vive, rico y estimado; suelo encontrármele en el casino, en el paseo, en los teatros; pasa cerca de y no se digna saludarme; no olvida ni quiere olvidar que yo le sustituí en el escritorio del señor Fernández. Repito que muy pronto fueron muy buenos amigos míos los demás empleados. En ellos tuve siempre auxiliares y consejeros.