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Actualizado: 18 de julio de 2025
Y viendo que el otro hacía signos negativos, levantóse, y recogiendo la capa, que se le caía, dió algunos pasos hacia D. Juan, le puso la mano en el hombro y le dijo: «Es que usted no quiere tratar conmigo, por aquello de si soy ó no soy agarrado. ¡Me parece á mí que un doce! ¿Cuándo las habrá visto usted más gordas! Me parece muy razonable el interés; pero, lo repito, ya no me hace falta.
Bien se me alcanzaba que lo que tanto deleite encerraba para mi joven preceptor, era el espectáculo del juego de la vida, el mecanismo de los sentimientos, el conflicto de intereses, de ambiciones, de vicios; pero, lo repito, para mí era indiferente que el mundo fuese como un gran tablero de ajedrez según decía Agustín, que la vida fuese una partida mejor o peor jugada y que hubiese reglas para ese juego.
¡Pero, por Dios, hija mía!... Tu vocación no la han hecho sino el desaliento y la desesperación... Arrastras aquí, al lado de tu falsa bienhechora, una existencia odiosa, sin esperanza probable de mejora... pero, ¿y si yo te trajera no sólo esa esperanza sino la certeza de un porvenir más dulce, más digno... un porvenir dichoso, en fin...? ¡Vamos! óyeme, escúchame... ya te he dicho que estoy encargada de una misiva para ti... ¿Quieres hacerme el favor de escucharme, repito?
Repito que carezco de conocimientos y de medios de expresión para explicarte esa frase ni ninguna otra por ese estilo. Pero si no puedo explicarla siento su verdad en el fondo del alma y me basta... Pero volvamos a ti. Por un don gracioso de Dios tú eres de los pocos que aun encerrados en sí mismos encuentran la dicha.
La marquesa se dio por entendida con un movimiento de cabeza dirigido a la mujer, tan lleno de donaire como de mala intención, y dijo, volviéndose hacia don Santiago, que estaba en ascuas con las genialidades de aquélla: ¿Me permite usted que concretemos un poco más el punto de mis pretensiones para que nos entendamos mejor? Repito a la señora marquesa que estoy enteramente a sus órdenes.
Eso de «las estrellas sus rayos esgrimiendo» podrá haber críticos que lo aprueben, no te lo niego, pero mi conciencia literaria me impide en este punto emitir un dictamen favorable. Tristán siguió protestando. García manifestó con creciente energía: Te lo digo y te lo repito.
Pero el ojo ávido no descubre una torre de forma arcaica, un monumento, una columna, algo que hable del pasado... Es que ese pueblo ha confundido en una las tres edades históricas; no busquemos el arte en esas costas, sino lo que en ellas, hay... Pero, lo repito, la bahía es realmente bella.
Eso no lo hace ningún hombre que tenga vergüenza, ¿sabe usted? El carpintero empalideció á su vez. ¡Voto á Dios! ¿Me estás insultando? Sí, señor, lo repito gritó aún más sofocado el novio. ¡Es usted un sin vergüenza! ¡un canalla!
Si Dios, en castigo de mi soberbia, me ha dejado de su gracia, harto posible es que el más ruin motivo me haya hecho vacilar y caer. Con todo, diré a Vd. que mi mente, quizás alucinada, lo entiende de muy diversa manera. Será efecto de mi no domada soberbia; pero repito que lo entiendo de otra manera. No acierto a persuadirme de que haya ruindad ni bajeza en el motivo de mi caída.
Yo, de mozo, fui carlista; soy manchego y anduve con Palillos: pura ignorancia. Pero repito que vi nacer la criatura, y tendría gusto en enterarme por mis ojos de hasta dónde alcanza, pues por ahora no es gran cosa lo que lleva hecho en favor del mediano... ¡Pero soy tan viejo!... ¿Ve usted a Coleta, ese borrachín que nos oye?
Palabra del Dia
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