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Actualizado: 14 de junio de 2025


Despidiéronse con fuertes apretones de manos, que a Miquis no le parecían nunca bastante fuertes. Isidora subió sumamente fatigada. Las de Relimpio le dijeron que había venido a visitarla un caballero de muy buen porte. Entró la joven en su cuarto, donde la esperaba una gratísima sorpresa. Sobre la cómoda había una tarjeta con el pico doblado. Capítulo V Una tarjeta

Señor D. Augusto de mi alma dijo a la sazón Relimpio, que hasta entonces, testigo mudo y doliente, no se había atrevido a decir nada ; no se marche usted y exhórtela, predíquele, y amonéstele para que se le quite... eso... de la cabeza. ¿Qué? Eso. ¿Y qué es eso? El disparate que quiere hacer. Vea usted cómo calla y se sonríe la pícara... A me lo ha dicho, pero a usted no se lo quiere decir.

Salió sin darse cuenta de nada y dio algunos pasos por la calle. Como si tropezara con un poste, hallose de improviso frente a D. José de Relimpio. Isidora despertó al choque y dijo: «¿Pero está usted aquí?

Con un poco de trabajo transportaron a Relimpio al sofá, donde le tendieron, y él entonces entreabrió los ojos y los labios echando una mirada y un suspiro sobre el mundo, de que se alejaba para siempre. La notabilísima alteración de las facciones del anciano alarmó a Miquis, el cual respondía con muda expresión de desconsuelo a las apremiantes interrogaciones de Emilia.

Por la noche regresaba Relimpio a Madrid y a su casa; dormía como un santo y soñaba que era pájaro y que cantaba posadito en la rama de un árbol. También Riquín era pájaro y revoloteaba dando sus primeros pasos por el mundo aéreo. Isidora era una avecilla melancólica. Todos cantaban; pero D. José era el que cantaba más y el que a la rama más alta subía.

Riendo como un desvergonzado bruto, dijo a su hermana: «Abur, chica». Al punto echó Isidora de menos sus diamantes de tornillo, que aunque falsos, valían cuatro duros. ¡Cuántas lágrimas derramó aquel día! Mariano estuvo una semana sin parecer por la casa de Relimpio. Una noche, cuando menos se le esperaba, apareció al fin avergonzado, compungido, la ropa hecha jirones, imagen del hijo pródigo.

También Relimpio creía de su deber honrar la casa que visitaban, embobándose de admiración y lanzando interjecciones cada vez que el bueno de Alonso señalaba un espejo, un cuadrito o el biombo de cinco hojas, tan lleno de pastores que ni la misma Mesta se le igualara.

Si al menos la dejara salir a la calle siempre que ella quisiera indicó Relimpio embuchándose el café, mientras el otro se rompía las mandíbulas para sacar humo del duro cigarro Pero quia, quia. Tiene que valerse de mil tretas para salir. La pobre lleva ya tres meses de esta vida y no cómo aguanta. ¿Al teatro?

De nada vale el trabajo sin orden y economía. Perfectamente; muy bien pensado y dicho. exclamó Relimpio, dando todo su asentimiento a tan hermosa idea . Si no, acuérdate de lo que hacía mi pobre Laura con lo poco que se ganaba. Hacía milagros.

Deja a D.ª Laura que se la lleve el demonio exclamó Relimpio, a quien la idea de no acompañar a su sobrina le ponía furioso . ¡Hay por aquí tanto hombre imprudente!... Ya ves que no cesan de echarte requiebros y decirte flores. Esto es indecoroso, y no sería extraño que yo tuviera un lance».

Palabra del Dia

rigoleto

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