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Actualizado: 23 de octubre de 2025


Pero él fue discreto y no quiso abusar de la victoria, por temor de perder las ventajas adquiridas, y también porque empezaba a correr agudo frío en la solitaria alameda, y Amparo se levantó quejándose del relente y del aire, que cortaba como un cuchillo. Cruzáronse dos protestas de ternura, en voz baja, envueltas en el último apretón de manos, delante de la casa de la pitillera.

Y si, prescindiendo, como debemos prescindir, de esta causa, elegimos los que más nos acomoden del verano para bailar, ¿por qué no hemos de hacerlo á la puerta de casa y con toda tranquilidad?» Y aquellos infatigables reformadores columbraron al punto en el barrio de Santa Lucía, la huerta de Noriega; en la cual huerta había un juego de bolos, y el cual juego de bolos estaba rodeado de un cobertizo de tablas, á modo de pesebrera; y exclamaron: Voi-ci notr'affaire, es decir, aquí está lo que necesitamos: amparo contra el relente y la lluvia, proximidad al hogar de cada uno, é independencia absoluta.

El fresco olor de las algas marinas, el canto de los marineros que despliegan las amplias velas grises aun húmedas por el relente de la noche, el toque de las campanas de las iglesias, el relincho de los caballos que saltan lanzándose hacia las verdes praderas que se extienden detrás de la ciudad... todo, en fin, es música, perfume y luz.

Pero ¿lo has pensado bien? ¿Y el relente de la noche? » No le tengo miedo. Ya oíste decir ayer a mi padre que sólo es peligroso al anochecer y que a medida que avanza la noche se siente el mismo calor que hace durante el día. Sin embargo a guisa de precaución bajaré bien embozada en mi chal.

En Filipinas las mujeres aman, los pájaros cantan, y las flores huelen. Despedida de Lucban. Arroyos que se convierten en torrentes. Huellas de un baguio. Puentes derruídos. Troncos de cocos. La sampaca y el jazmín silvestre. Pedregales, hondonadas y pendientes. Relente de la tarde. Aguas sulfurosas. El puente de la Princesa. Belleza del paisaje. Bravía y salvaje naturaleza tropical. Melancolía.

Tiene usted razón, señora, y mis palabras se asemejan a una tontería. No obstante, escuche usted. En Argelia, el ganado de los árabes es generalmente tísico. Los rebaños están mal cuidados, pasan las noches al relente y enferman del pecho. Nuestros súbditos musulmanes no se sirven para nada del veterinario; dejan a Mahoma el cuidado de curar a sus vacas y a sus bueyes.

Estas cosas mejor será dejarlas para mi amo don Quijote, que en dos paletas las despachará y pondrá en cobro; que yo, pecador fui a Dios, no se me entiende nada destas priesas. ¡Ah, señor gobernador! -dijo otro-. ¿Qué relente es ése?

En esta alucinación metido y disponiéndose a responder a Nieves, le sorprendió la voz del propio don Alejandro, diciendo desde la puerta del balcón: Niña, que te va a hacer daño el relente. Los dos de la barandilla se volvieron cara adentro. Nieves, más serena que Leto, respondió al punto: Al contrario, papá: me va sentando muy bien.

En cuanto á su humedad, es tan constante, que estoy seguro pocos sitios habitados habrá en el mundo que acusen en los higrómetros una intensidad mayor; á pesar de esto, Lucban no es malsano, teniendo la precaución de resguardarse de el relente de la tarde, y sobre todo, dormir entre lana, con el vientre fajado, cosa que en nada atormenta, pues aun prescindiendo de la ciencia higiénica, las necesidades de la materia hacen que los que duermen en aquel pueblo busquen la manta, y no diré las mantas porque no se me tache de exagerado, por más que las he usado en los meses de Diciembre y Enero, en los que tenía mi cama con todo el servicio de las de Europa.

El ruido que causaban los que iban saliendo, despidiéndose con regocijadas risas, y el húmedo relente con sus fríos vapores, hicieron a Lázaro volver en del largo desmayo al tiempo que los últimos grupos esperaban, en el espacioso vestíbulo y en los primeros términos del jardín, la llegada de sus carruajes.

Palabra del Dia

aprietes

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