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Actualizado: 20 de mayo de 2025


Habíalos, por último, de carácter misterioso, donde la luz andaba sobradamente regateada, silenciosos, tristes, en la apariencia. Fijándose un poco, solía percibirse, a la media luz que reinaba entre el follaje de las plantas, alguna pareja amartelada. Y si el transeúnte detuviese el paso, quizá llegara a su oído el leve, blando, rumor de un beso, aunque no lo doy por seguro.

Silencio sepulcral reinaba en la casa. "Sin duda don Elías duerme arriba" pensó, y siguió andando hasta acercarse á la puerta del cuarto donde Clara debía estar. "Para que no se asuste" pensó Lázaro, trémulo de emoción, como quien va á cometer un crimen, lo mejor será acercarme á la puerta y llamarla muy quedito. "Así no se asustará."

Entre ellas, la primera fue enviar en busca del médico. Y mientras llegaba se le pusieron compresas de agua fría y se le trasladó a la cama. La desolación reinaba en aquel recinto donde pocos momentos antes todo era júbilo. Y en resumen, ¿por qué? Por si Moisés había echado mal o bien la cuenta de los días de la creación. ¡Una cosa tan lejana!

Allá voy... De veras no creí volver a poner los pies en aquella casa... ¿Conque el <i>Deucalión</i>?... Un bergantín inglés... Me parece que no les atraparán. Corrí a la casa de Rumblar, y desde que entré todo me indicó que reinaba allí la consternación más profunda.

Sucedió esta durísima batalla que ensangrentó la granadina tierra el año mil trescientos diez y nueve, mañana de San Juan, triste y sangrienta para el cristiano bando, y venturosa para la gente indómita agarena: en Castilla reinaba Alfonso Onceno, y rey y emir de los alarbes era el terrible Ismail.

Los hombres ponían bajo sus pies los sombreros para que los pisase; las mujeres arrancaban las flores de su cabello para arrojárselas. Cuando bajó la cubrieron de besos. Pero la bella se dejó caer jadeante en una silla y quedó silenciosa y sombría sin participar del frenesí que allí reinaba. Los viejos dieron, al fin, la señal de retirarse. La partida fué ruidosa.

La mejor chica del pueblo se decidía a ser su mujer, más por miedo y respeto que por cariño; los del Ayuntamiento le halagaban dándole escopeta de guardia rural, espoleando su brutalidad para que la emplease en las elecciones; reinaba sin obstáculos en todo el término; tenía a los otros, los del bando caído, en un puño, hasta que, cansados éstos, se ampararon de cierto valentón que acababa de llegar también de presidio, y lo colocaron frente a Rafael.

Disipada en parte la niebla que pesaba sobre su espíritu, pudo fijarse y tomar interés en lo que á su alrededor pasaba. El regocijo y la bulla crecían á medida que avanzaba la tarde. Una agitación tumultuosa reinaba en las calles: de su recinto estrecho salía un clamor profundo como el de un río que se despeña.

Á la misma hora dos señoras enlutadas y envueltas en largos velos bajaron de un coche y, no sin inquietud, echaron en derredor una mirada. Una actividad ruidosa reinaba en el muelle del Támesis, lleno de trabajadores ocupados en descargar los steamers alineados á lo largo del puerto.

Aunque la oscuridad que reinaba en aquel rincón no me permitía observar sus facciones, veía la silueta de su cabeza primorosa cubierta de cabellos ondeados. Cuando la inclinaba un poco hacia la reja, la escasa luz de la calle iluminaba su rostro, que me pareció algo más pálido que en Marmolejo, aunque no menos gracioso.

Palabra del Dia

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